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Eric Marles

Profesor del área de Corporate Finance e Investment Banking del Instituto de Estudios Financieros y de la Barcelona Finance School

2025: calma tensa de la economía y el umbral decisivo hacia 2026

Este experto hace el balance económico de este 2025, así como las previsiones para 2026

2025: calma tensa de la economía y el umbral decisivo hacia 2026

El cierre de 2025 nos deja una economía global más estable que en años recientes, pero no necesariamente más segura. Tras el shock inflacionario, el endurecimiento monetario y los temores de recesión, el sistema económico ha entrado en una fase de aparente normalización. Sin embargo, bajo esta superficie de aparente equilibrio se acumulan tensiones estructurales que harán de 2026 un año clave para mercados, empresas y gobiernos.

Si tuviéramos que definir 2025 con una sola palabra, esta sería transición. La inflación ha dejado de ser la gran protagonista, los tipos de interés han comenzado a relajarse y el crecimiento global se ha mantenido en niveles suficientes para evitar una contracción económica. No ha sido un año de fuerte impulso, pero si de ajuste tras un periodo excepcionalmente volátil.

La economía mundial ha avanzado con un crecimiento moderado, apoyado en el consumo y en una progresiva normalización de las condiciones financieras. Empresas y hogares han operado con mayor visibilidad, aunque con prudencia, conscientes de que muchos de los desequilibrios del pasado no han desaparecido, sino que se han transformado.


Mercados financieros y concentración del poder económico

En este contexto, los mercados financieros han vuelto a mostrar una notable capacidad de resistencia. La renta variable ha cumplido bastante las expectativas, impulsada por resultados empresariales sólidos y por la perspectiva de una política monetaria menos restrictiva. Al mismo tiempo, la renta fija ha recuperado atractivo tras años de tipos elevados, ofreciendo de nuevo una alternativa para los inversores.

Sin embargo, 2025 ha reabierto un debate de mayor impacto: la concentración externa de beneficios en un reducido grupo de grandes compañías tecnológicas, y el correspondiente riesgo sistémico que esta situación genera en los mercados, más allá de una valoración bursátil o la desigualdad entre compañías del sector. Nunca unas pocas empresas habían alcanzado niveles de rentabilidad tan elevadas ni peso tan dominante en los mercados y en la economía global, pues esta dependencia de un número tan limitado de compañías, todas ellas con base en Estados Unidos, tiene implicaciones financieras, económicas y geoestratégicas que estarán muy presentes en 2026.


Tecnología, energía y vulnerabilidades estructurales

El crecimiento asociado a la digitalización y a la inteligencia artificial, uno de los grandes motores económicos de los próximos años, tiene un requisito esencial: energía abundante, estable y a un precio razonable. Y ahí aparece uno de los principales puntos de vulnerabilidad del sistema económico actual.

El desarrollo tecnológico está disparando la demanda energética, mientras Europa continúa redefiniendo su modelo de suministro tras su desvinculación de Rusia. La dependencia de terceros países, la falta de consenso sobre el papel de la energía nuclear y la necesidad de acelerar la transición energética configuran un escenario complejo.

De cara a 2026, la energía dejará de ser un debate sectorial para consolidarse como una variable estratégica, con impacto directo sobre la competitividad, la inflación y el crecimiento.


Política comercial, aranceles y poder global

Uno de los focos más relevantes de 2025 ha sido la política comercial estadounidense. Tras anuncios iniciales que generaron fuertes temores de recesión, el impacto final de los aranceles ha sido más limitado de lo esperado. La economía global ha absorbido el golpe gracias, en parte, a la moderación de la inflación y a una política monetaria más expansiva.

Este episodio ha dejado una enseñanza clara: los aranceles no son solo una herramienta comercial, sino también un instrumento de poder económico y monetario. El ajuste de las divisas y los movimientos de capital observados en los últimos meses, reflejan un entorno en el que la primera potencia mundial conserva una enorme capacidad de influencia sobre el sistema económico global.

Para 2026, la mayor visibilidad reduce la incertidumbre inmediata, pero no elimina el riesgo de fondo: la economía mundial opera en un marco donde las reglas del juego pueden cambiar con rapidez.


Deuda pública y divergencias en Europa

Mientras la atención se centra en mercados y tecnología, el endeudamiento público avanza imparable en muchas economías avanzadas. A diferencia de la deuda empresarial destinada a inversión, gran parte de la deuda pública financia gastos estructurales, lo que plantea desafíos a medio plazo.

Europa ofrece hoy a cierre de año una foto final bastante desigual: países como España y Portugal han mejorado su posición gracias al crecimiento económico, mientras Francia se ha convertido en un foco de preocupación para los mercados por su combinación de elevada deuda, bajo crecimiento y resistencia social de los ajustes planteados por el gobierno. El aumento de su prima de riesgo es una señal que los inversores no están ignorando la situación y que podría tener efectos de contagio si el contexto se deteriora.


2026: un nuevo equilibrio sin euforia

El escenario que se divisa para este próximo 2026 no apunta a una crisis inminente, pero tampoco a un periodo de euforia. El crecimiento será moderado, los tipos de interés más bajos ofrecerán cierto apoyo y la inflación debería mantenerse contenida. Sin embargo, los riesgos estructurales (tecnológicos, energéticos, geopolíticos y fiscales), seguirán presionando y condicionando la evolución económica.

En este nuevo equilibrio, el reto no será reaccionar con rapidez, sino anticipar con criterio. La economía global ha entrado en una fase menos inestable, pero más compleja, en la que las decisiones estratégicas marcarán la diferencia. Por lo tanto, 2026 será el año en el que esta nueva fase empiece a mostrar quien ha sabido interpretar correctamente el nuevo mapa económico.

Dentro del marco europeo, España se señala como uno de los países con mejor perspectiva de crecimiento en 2026 con proyecciones cercanas al 2% del PIB, favorecidas por la inversión, la demanda interna y la estabilidad del mercado de trabajo.

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