
He adquirido una manía que, más allá del significado frío que pueda acarrear esta palabra, me agrada. Suelo preguntar a todo aquel con el que me cruzo si se siente más de pueblo o de mundo. Para mí, lo primero es una suerte y lo segundo, una oportunidad.
Mi abuela Remedios murió sin ver el mar y yo, a mis 36 años, ya he recorrido medio mundo, hablo con fluidez cuatro idiomas, he conocido a personas de innumerables culturas y he probado los sabores de numerosas gastronomías. Se podría decir con esto, que me considero una persona de mundo, sin embargo, creo que, gran parte de lo que soy, se lo debo a haber nacido y crecido en un pueblo.
Fregenal de la Sierra, una localidad de Badajoz de menos de 5.000 habitantes, me ha brindado un oasis de calma y un entorno en el que pude crecer rodeada de naturaleza y de los aprendizajes que solo este tipo de lugares te ofrece, como la paciencia, el pulso ganado del ejercicio físico frente al televisor, la resiliencia o la creatividad.
Fregenal, sin pretenderlo, fue y sigue siendo para mí esa conexión con el momento presente, ese trozo de tierra que me hace poner los pies en firme y saber qué es lo realmente importante.
Al igual que yo, mujeres rurales que se sienten tan de pueblo como de mundo y también aquellas que, como mi abuela, solo se identifican con lo primero, luchan cada día por encontrar su sitio en un mercado laboral que les hace esforzarse más, primero, por ser mujeres y después, por vivir en un entorno rural.
Cada 15 de octubre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales, con el objetivo de reconocer a la mujer rural su contribución en el desarrollo de estas zonas y creo que es un buen momento para que reflexionemos acerca de la situación de la mujer rural y, sobre todo, demos visibilidad a todos esos proyectos y esfuerzos que surgen en estos entornos de la mano de grandes mujeres.
Mujeres y rurales
Como en la mayor parte de los asuntos importantes de la vida, sin datos o estudios que muestren la realidad, pocas mejoras se pueden proponer. Con esta premisa y, desde Komvida Kombucha, hemos impulsado la elaboración de un informe independiente para dar visibilidad a las necesidades específicas de las mujeres en las zonas rurales («El emprendimiento femenino como elemento del cambio rural»). Las conclusiones, tristemente, no sorprenden, aunque sí que nos sirven para tener una fotografía general y ser conscientes del panorama al que se enfrentan las mujeres que desarrollan sus vidas en entornos rurales.
Según este informe, partimos de una situación crítica, en la que el 42% de las mujeres rurales se encuentra en situación de desempleo. Este dato hace que los niveles de participación laboral femenina rural sean un 9% menor que su contraparte masculina. Además, se trata de una participación que está altamente concentrada en trabajos con unas condiciones laborales más precarias –con niveles de parcialidad y temporalidad mayores– y menor remuneración económica.
Si analizamos la tipología del empleo, observamos que las mujeres rurales mayoritariamente trabajan en el sector servicios e industrial y lo hacen en puestos más administrativos o que no requieren ninguna cualificación.
Aunque sin duda hay un dato que me preocupa especialmente debido a su invisibilidad y es que el 29,6% de las mujeres rurales realizan un trabajo doméstico no remunerado, algo que demuestra que se sigue perpetuando una clara desigualdad de género, hecho que llevamos acarreando desde hace ya demasiado tiempo.
Ante esta situación, ¿qué podemos hacer?
Como individuos que somos, nuestro mayor poder es nuestro altavoz. Compartir contenido relacionado con las causas que nos preocupan, consumir productos y servicios de empresas que aporten a la sociedad un valor más allá del económico y animar a las asociaciones e instituciones a que lideren proyectos con propósito son decisiones que proyectan ese poder.
Las mujeres rurales necesitan tener mayores facilidades para acceder a financiación que les permita emprender sus proyectos sin necesidad de mudarse a las grandes ciudades. Necesitan tener acceso y facilidades para disponer de formación, especialmente financiera y empresarial, que les ofrezca los conocimientos necesarios para impulsar sus ideas.
Necesitan tener a su disposición buena conectividad e infraestructuras en buen estado. Necesitan programas de incentivos fiscales que favorezcan su incorporación al mercado laboral, especialmente a partir de los 50 años. Pero, también, necesitan programas específicos para mejorar la conciliación laboral y familiar, porque de nada sirve todo lo anterior si no existen facilidades para conciliar todos los aspectos de la vida.
Muchos deseos que se unen en un solo día, pero necesarios el resto del tiempo. Porque las mujeres rurales lidian con este sobreesfuerzo 365 días al año.