
Ivette Castro
Psicóloga ejecutiva. Liderazgo intergeneracional estratégico
Cuando el equipo funciona “a medias”: la historia de un bloqueo que nadie nombraba (hasta que se nombró)
Esta experta habla sobre el problema de equipos que conviven pero no avanzan: señales reales y cómo desbloquearlas sin grandes cambios

El equipo no estaba mal. Tampoco estaba bien. Estaba en ese punto incómodo en el que todo parece funcionar aunque algo no termina de encajar.
Lo vi nada más sentarme en la sala. Miradas rápidas. Sonrisas correctas. Ese tipo de cordialidad que tapa más que muestra.
El director abrió la sesión con una frase que, aunque suave, lo decía todo: “No estamos mal… pero podríamos estar muchísimo mejor”.
Esa frase la escucho cada semana. Suele esconder una verdad profunda: No hay un gran conflicto aunque sí pequeñas desconexiones acumuladas. Y esas desconexiones no hacen ruido… pero frenan.
En ese equipo había talento de sobra. Lo que faltaba era aire. Y criterio compartido. Les propuse algo muy sencillo:
—Vamos a poner palabras a lo que cada uno lleva sosteniendo sin decirlo.
Silencio. Después, alguien respiró. Y empezó todo. “Tengo la sensación de trabajar mucho sin saber quémueve el negocio de verdad”.
“Voy rápido y siento que incomodo”.
“Voy lenta y siento que decepciono”.
“Me esfuerzo, pero no sé si mi esfuerzo encaja”.
“No entiendo cuál es mi papel ahora mismo”.
El problema no era la convivencia. Era la falta de claridad. Equipos que funcionan “a medias” no fallan por actitud. Fallan porque no tienen un mapa común.
Ese día, hicimos tres movimientos que cualquier directivo puede aplicar mañana:
1. Sustituir el “todo va bien” por “esto es lo que necesito ahora”. Una frase simple cambia el clima. Abre espacio. Baja la tensión.
2. Definir cómo trabaja cada persona cuando trabaja bien. No para encajar a nadie. Para poder coordinarse sin desgastarse.
3. Acordar la prioridad semanal real. Una. Solo una. Cuando todos saben qué va primero, el equipo respira.
Tres semanas después, recibí un mensaje del director: “Ahora sí avanzamos. Y no hemos cambiado nada excepto cómo hablamos y cómo decidimos”.
El funcionamiento real de un equipo no aparece por arte de magia. Aparece cuando hay claridad, valentía para nombrar lo que pasa y un criterio que todos comparten. No hace falta una revolución. Hace falta verdad. Y un paso pequeño hacia dentro.
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