Uber nació en Silicon Valley en el año 2009. Desde entonces, la compañía ha cambiado por completo la movilidad urbana y la forma en la que pedimos comida a domicilio. Para algunos, es una compañía imprescindible; para otros, un arma de destrucción masiva que ha venido a precarizar puestos de trabajo y a acabar con sectores tradicionales como el taxi. Pero, sin duda, Uber está en boca de todos.
El periodista tecnológico de The New York Times Mike Isaac recoge en su libro La batalla por Uber cómo fueron los comienzos de la compañía bajo el mandato de su fundador, Travis Kalanick. A través de más de 200 entrevistas, Isaac cuenta la historia de Uber como un nido de grandes fiestas, drogas, acoso y gasto desmedido. En una reciente entrevista, ha llegado a afirmar que «La pregunta sobre Uber es: ¿puedes crear una gran empresa sin ser un imbécil?» Repasamos algunas de las historias que Isaac narra en su libro.
Una fiesta de 25 millones de dólares para celebrar los primeros 100.000 millones de Uber
Uber organizó, con motivo de sus primeros 100.000 millones de dólares en ingresos, una fiesta privada en Las Vegas para sus 5.000 empleados y les dio tarjetas de crédito para sus gastos. Según el libro de Isaac, las grandes fiestas de Uber solo tenían tres reglas: no lanzar barriles por la ventana, no vomitar en las habitaciones y no mantener relaciones sexuales entre empleados salvo el consentimiento expreso de las dos partes.
Lo curioso de esta fiesta está en la actuación de Beyoncé. La estrella de la música cobró seis millones de dólares por su asistencia, que prefirió cobrar en acciones de la compañía. Aunque no se sabe cómo utilizó las acciones, si las hubiera vendido el día de su salida a Bolsa ahora mismo tendría 270 millones de dólares en el bolsillo.
Presión para los empleados y “cero propinas” para los conductores
Pero no todo eran fiestas en el Uber que dirigía Travis Kalanick. Por ejemplo, en sus oficinas la cena era gratis… Pero se servía a las 20:15. Para disfrutarla, los empleados de las oficinas de Uber debían hacer horas extras. Esto cambió con el cambio de CEO y directiva, y ahora se sirve una hora antes.
Por otro lado, el libro cuenta cómo Kalanick se negó en varias ocasiones a crear un sistema de propinas para los conductores de Uber. “Creía que Uber funcionaba tan bien porque la experiencia de pago no tenía fricción. Un pasajero podía salir del vehículo sin pensar en el dinero. Añadir una función de propinas requeriría abrir la app de nuevo, sin necesidad, según Kalanick. Nunca entendió, o nunca le preocupó, cuánto mejoraría la vida de los conductores esta función», explica Isaac.
Además, la empresa dio durante un tiempo créditos para la compra de un vehículo a personas con alto riesgo de impago a cambio de trabajar en la plataforma. Tiempo después, se dieron cuenta de que estos conductores solían tener más accidentes durante su jornada, y terminaban devolviendo los coches en mal estado tras no poder hacer frente al pago del préstamo.
Pero las prácticas de Kalanick no acaban ahí. Durante su etapa como CEO, Uber creó varios sistemas de espionaje para sus empleados. Uno de ellos permitía saber si alguno de sus conductores estaba trabajando de forma simultánea para la compañía y su competencia, Lyft. Por otro lado, Uber creó un algoritmo que predecía la cantidad de dinero mínima que un candidato a empleado estaría dispuesto a aceptar como salario, para poder saberlo antes de realizar una oferta.
Tal y como reconoce el autor del libro, muchas de estas prácticas se acabaron tras la destitución de Kalanick, en 2017, y la renovación de una parte importante de la cúpula directiva. “Sabían que tenían mala reputación y que había que mejorarla. Eso ha pasado en los últimos dos o tres años”, explica.