La historia de Oriol Prieto Sánchez es variadita. De sus tiempos de grafitero solo le queda el nombre, al único al que atiende. Cuando le llaman por el de pila se tensa, pensando que es un requerimiento, la policía, el banco o un médico. Prefiere aferrarse al nombre de guerra como símbolo de rebeldía, aunque en el momento de esta entrevista sea un apacible residente en un pueblo de la sierra de Madrid y esté gestionando un negocio de formación online con el que ha facturado ya más de 3 millones de euros.
¿Hasta cuando?, ni él mismo lo sabe porque cuando se aburre tiene la habilidad de hacer catarsis, caerse con todo el equipo y reinvertarse de nuevo. “Vivir en la incertidumbre” es el título que él había propuesto para este artículo.
Eligió Soma como podría haber elegido cualquier otro nombre que le sonase bien para bombardear con él las paredes de las calles. De los sprays pasó luego a la música. Fiel a su espíritu de rebeldía se identificó con un género entonces minoritario en España: el rap. Se convirtió así en el único del instituto en vestir prendas 8 tallas más grandes, lucir cadenones dorados y cubrirse la cabeza con gorras.
El paso siguiente fue a la ‘profesionalización’. Como compositor e integrante de la banda Muerte acústica, grabó sus primeras maquetas de rap en el radio cassette de doble pletina de su casa. Las mismas cintas que luego iba vendiendo por las tiendas al precio de 1.000 pesetas.
Un salto cualitativo se produjo el día que la banda pasó a grabar en CD y firmó su primer contrato con una discográfica. Entonces el nombre dejó de sonarles bien y pasaron a llamarse Magnatiz del que también formaba parte, como en el anterior, su hermano, el rapero ZPU, actual un referente nacional dentro del género. El grupo ‘triunfó’ mientras duró, apenas dos años.
Del mega estudio al home estudio
Coincide este momento con el fallecimiento del padre de Soma y ZPU. Con una pequeña herencia que recibe y el dinero ganado con los discos y conciertos decide Soma invertirlo todo en un estudio de grabación musical. Nada de tonterías, uno de 400 m2, en el centro de Barcelona y con los mejores equipos. Se estrena así en el mundo del emprendimiento de la mano de unos socios con bastante más experiencia en el mundo de los negocios que él. Tanta que salió de la sociedad totalmente arruinado y con un montón de deudas.
Dos semanas, fue lo que dedicó Soma a lamerse las heridas. No más. “Al lunes de la tercera semana estaba yo en el banco pidiendo un crédito con mi madre como avalista. La pobre estaba aterrorizada con el rumbo que estaba cogiendo mi vida, dejando los estudios a medias y eligiendo esa vida, pero he tenido la suerte de que siempre me apoyó. Claro que yo la consolaba diciéndo que iba a ser rico”.
Con el dinero fiado, Soma montó en solitario un nuevo estudio, bueno, como él dice, un “home estudio” que era el salón de 25 metros cuadrados de la casa en la que vivía de alquiler. Bajo la marca Lebuqe Studios empezó a trabajar a destajo y tirando los precios por los suelos. “Igual conseguía sacar 50 euros después de estar todo el fin de semana haciendo mezclas y grabaciones”.
Difícil así pagar las deudas, el crédito y el alquiler. La insolvencia económica no la resolvía en la mesa de mezclas, sino que la compensaba empujando camas en los hospitales, oficio que venía desempeñando en paralelo desde los 18 años. Las camas, igual que las drogas, no las soltó hasta los 28 años, cuando recibe un golpe de suerte y le llega un encargo de grabar con Nach, otro de nuestros raperos más relevantes.
“Me di cuenta de que esta oportunidad no la podía dejar pasar, que si quería aprovecharla al máximo tenía que aportar lo mejor de mi y dejar de drogarme a saco, que es lo que hacía”. Así lo hizo. Una sesión de terapia fue suficiente, porque la motivación por la vida nueva superaba a la vieja.
A Nach le sucedieron Porta, ZPU, Shinoflow, Dlux…y muchos otros artistas, con lo que llegó a producir en el home estudio tres discos de oro dentro del género que tanto amaba.
Con todas las deudas saldadas y recuperado de la ruina, a finales de 2010 todo son ganancias, cada vez más trabajando menos. “No había cumplido aún los 40 años, pero los dos sueños que había perseguido se cumplieron igual demasiado pronto. ¿Y ahora qué hago. Dejar pasar los años viendo como cobro cada mes más?”, es la pregunta que se dice que se formulaba. Y en el ¿y cuál es el problema? que le hubiese contestado cualquiera, el sólo hallaba vacío y desazón, “una sensación muy desagradable, y encima con sentimiento de culpabilidad porque sabía que no tenía derecho a quejarme”.
Del home estudio a la mochila
El 2011 Soma decide desaparecer, como Jonás en la ballena, para ir, una vez más, en dirección contraria a lo que dictan los cánones. Vende todos los equipos, cierra el estudio y compra, junto a su pareja de entonces, un pasaje, solo de ida, a Sudamérica. Entraba en otra etapa de su vida.
Ya no quería ser Soma ni productor musical ni nada relacionado con el pasado. Solo quería mochilear y dar saltos de un país a otro, dejarse sorprender por el día a día hasta descubrir dónde estaba el fallo que le impedía ser feliz aún consiguiendo todo lo que se proponía.
Al final lo averiguó. Lo suyo era la incertidumbre, estar siempre marcándose retos nuevos y no apalancarse en ningún lugar determinado. Claro que esto tampoco se consigue con un chasquido de dedos, que había que seguir pagando el hospedaje, la comida y los billetes de avión.
Se introduce entonces en el clan de los nómadas digitales. Al principio contempló la posibilidad de montar un negocio el trading y hasta hizo un curso de Bolsa para aprender, pero se aburrió. Fue Frank Scipion, quien le habló de los infoprodutos y la forma de monetizarlos. Luego conoció al que se refiere como su gran mentor, Franck Scipion, el fundador de Tribucamp y de Lifestyle al Cuadrado https://www.lifestylealcuadrado.com/ de cuya mano descubrió el mundo de los infoproductos y la forma de rentabilizarlos.
En esta nueva trayectoria lo primero que creó Soma fue un blog, Producción hip hop. En él escribía de lo que sabía, de producción musical, pero sin guardarse secretos ni vender nada. “Mi obsesión era dar, dar y dar que si no ganaba dinero, al menos acumularía karma”. Al blog le siguió un canal de Youtube para ofrecer tutoriales.
El único beneficio que extrajo de esta actividad durante año y medio fue una comunidad de seguidores con más tracción cada vez. Y cuando consideró que tenía ya potenciales clientes de sobra y había tomado las medidas al mercado decir lanzar un curso diseñó su ‘Master de mezcla con Soma’ el título de programa formativo que lanzó en 2014 para formar a productores musicales.
El Soma de la maleta en la puerta
Cuenta que el curso es el resultado de más de un año de preparativos y de prueba y error y que no se atrevió a sacar el curso al mercado “hasta no estar seguro de que iba a aportar valor”. Para ello se acompañó en el diseño de las sugerencias y observaciones que le aportaba la comunidad.
Al final lo pone a la venta en 2014, al precio de 300€ y una duración de 3 meses. De esta primera edición obtuvo la suma de 19.000€, pero fueron los propios alumnos los que se convirtieron en los principales prescriptores generando el efecto bola de nieve. Conforme crecían las matriculaciones, subían los precios. De 300€, pasó a cobrar 600€ y de aquí a 1.000€, que es lo que cuesta ahora el master. “No los he subido porque sí. He ido por grados y los que enriquecido. Ahora el curso dura seis meses y a la producción musical he añadido también formación para generar pasta con ello. Al fin y al cabo son mis dos grandes habilidades. No creo estar engañando a nadie”.
Dice Soma que la mejor forma de identificar cuándo alguien te vende humo con un curso online de otro que aporta valor real es averiguar si ese profesor ha conseguido antes las metas que promete alcanzar a los alumnos. El cumple la máxima con creces. De un proyecto unipersonal pasó a fundar una empresa de la que forman parte ya un equipo de 11 personas, todos asalariados. Con ellos dice haber facturado ya más de 3M de euros -1.700.000€ en 2020-, con alumnos, casi al 50%, entre nacionales y procedentes de otros mercados europeos y latinoamericanos, algunos de ellos profesores de sonido y profesionales de la música.
En el momento de hacer esa entrevista está terminando el lanzamiento de la décimo segunda edición. Por ahora, dice seguir ilusionado con lo que hace porque cree estar ayudando a muchas personas a vivir del sueño de la música. No descarta, sin embargo, la posibilidad de que un día pueda sufrir una nueva ‘pájara’. Tampoco le preocupa demasiado, vamos que lo único que le inquieta ahora es que abran la frontera de Indonesia para viajar otra vez a Bali.
Mientras tanto lleva una vida apacible en una casa alquilada en un pueblo de la sierra de Madrid, con la maleta preparada en la puerta. Parece que su madre tendrá que esperar todavía un tiempo para ver cumplido el sueño de que el hijo se compre una casa.