Muchos emprendedores se están encontrando con que los modelos de negocio que han elegido para las aplicaciones que diseña su empresa «tardan en convertir». Es una frase habitual que llevamos tiempo escuchando en la Redacción de EMPRENDEDORES y que quiere decir:
1. Que aunque consiguen usuarios a un ritmo razonable, no consiguen convertir a estos usuarios en usuarios de pago y la caja de su empresa se resiente.
2. Que optan por modelos que se basan únicamente en conseguir muchos usuarios y que un inversor les apoye financieramente para aguantar hasta que consigan más usuarios y no consiguen suficientes usuarios como para que esos inversores se interesen y la caja pide a gritos ingresos.
3. Que optan por modelos que se basan únicamente en conseguir muchos usuarios y que un inversor les apoye financieramente para aguantar hasta que consigan más usuarios y sí, vale, consiguen un volumen de usuarios interesante, pero no consiguen seducir a ningún inversor y mientras tanto la realidad de su Tesorería se impone.
Resulta que estos emprendedores fijan sus modelos de ingresos y sus políticas de precios en función de apps de éxito de otros sectores, sin pensar en que se pueden estar dirigiendo a distintos públicos que se comportan de forma diferente. Y resulta también que el modelo freemium (un modelo mediante el cual muchos usuarios que utilizan la aplicación de forma gratuita y pocos consumidores de pago que financian al resto) no es la panacea para todas las aplicaciones (tiene una tasa de conversión del 1% en la mayoría de los casos en los que funciona), y da la casualidad que muchos consumidores que están dispuestos a pagar una cantidad elevada por una aplicación, en realidad no están pagando por un software para sus dispositivos móviles, sino por un servicio más completo.
Con todo esto en la cabeza, le hemos preguntado a un emprendedor, Ignacio Sánchez, cuyo negocio, InQBarna, diseña aplicaciones móviles (desde TunerTool, un afinador para guitarra para iPhone y Android hasta deej, una mesa de mezclas para músicos profesionales) desde Palo Alto (el barrio barcelonés, no la ciudad del condado de Santa Bárbara, California, EE UU), por las que la gente está dispuesta a pagar, para aclararnos las ideas.
– ¿En qué ha cambiado en el último año el mercado de las aplicaciones?
– “Lo que ha cambiado ha sido el impacto de las tabletas. Sobre todo desde la penetración del sistema Android. Han dejado, por fin, de hacerse aplicaciones para teléfono que también funcionan en tabletas, y han comenzado a desarrollarse aplicaciones para tabletas de forma específica. En 2012, de hecho, se crearon tantas aplicaciones para tabletas como para teléfonos móviles. La tableta permite, además, hacer otro tipo de aplicaciones. Asimismo, también comenzaron a hacerse desarrollos para empresas que querían servicios: conexiones con CRM, aplicaciones para gestión de flotas, de fuerza de ventas… Han aparecido productos que no existían en los primeros años de movilidad. También han aparecido nuevos sistemas operativos y la programación en html5, que estaba un poco verde, pero que ha cobrado fuerza en el último año. El mayor peso del html5 ha llevado también a que se desarrollen productos específicos para crear aplicaciones móviles, pero que penalizan la calidad. Al haber herramientas cada vez más sencillas para programar aplicaciones, el resultado no es el mismo. Se pierde la especialización y está bajando la calidad media de las aplicaciones”.
– ¿Por qué muchos emprendedores en el mercado de las apps no aciertan con el modelo de ingresos?
– “En nuestra experiencia, hemos visto que en cada sector cambia el modelo de ingresos; no hay un modelo único que funcione para todas las aplicaciones. De la misma manera que el móvil no tiene un modelo único y las tablets, otro. Cada categoría de producto/servicio tiene un modelo. Si vas a juegos, tienes un modelo. Si vas a aplicaciones para trabajar, tienes otro modelo. Si vas a aplicaciones de música, otro modelo. Y dentro de cada categoría puede haber distintos modelos. En juegos, por ejemplo, tiene sentido el modelo freemium, pero si es un juego de toda la vida por el que el consumidor siempre ha pagado y ahora quiere la versión móvil, acepta que sea de pago. Si es nuevo, tiene que ser gratis al principio, y luego pagar por un premium o por un modelo de in app purchase. En el mercado de las apps para niños, si están dirigidas a los padres, para que interactúen con sus hijos, los padres pagan. Pero, si son juegos, les va a costar más. Ahí se combinan de pago y freemium. En música, depende de lo que haga la herramienta. Si es un afinador, si es una mesa de mezclas, si es algo para conectar a un pedal… la gente está dispuesta a hacer pagos directos. Hay aplicaciones específicas dentro de cada sector: guitarristas, pianistas…”.
– Algunos gurús de las apps auguraban que en 2012 y 2013 aparecerían nuevos modelos de negocio en este mercado… ¿qué ha pasado?
– “No han surgido modelos alternativos. Se decía que los modelos actuales estaban acabados. También se decía que el modelo de suscripción funcionaría para todos… pero intentar cobrar por un uso al mes, sencillamente, no funciona. Para el sector editorial puede que tenga sentido, pero para el resto, no. Hay excepciones, está claro. Hay usuarios que pagan suscripciones, por ejemplo, a herramientas de productividad, pero en realidad no están pagando tanto por la suscripción en sí como por en un uso adicional de servicios de estas empresas fuera del entorno app».