Gary Hamel, en su nuevo libro Lo que ahora importa (Deusto), nos ofrece una visión personal de lo que debe ser un directivo, que ilustra con una anécdota de cuando fue profesor de la London Business School. Hamel ofrecía a sus alumnos estos consejos de despedida para que los tuvieran presentes cada día:
Primero
Vuestra madre viuda ha invertido todos sus ahorros en vuestra compañía.
Ella es la única accionista y esa inversión, su único activo. Obviamente, haréis todo lo que podáis para garantizar que tenga una pensión segura y feliz. Por esa razón, jamás se os ocurrirá sacrificar el largo plazo por un beneficio rápido.

Segundo
Vuestro jefe es un hermano mayor.
Seréis respetuosos con él, pero no dudaréis en ofrecerle un consejo sincero cuando esté justificado… Y nunca le haréis la pelota.

Tercero
Vuestros empleados son amigos de la infancia.
Siempre les concederéis el beneficio de la duda y haréis todo lo que podáis para allanarles el camino. Pero, cuando sea necesario, les recordaréis que la amistad es una responsabilidad recíproca.

Cuarto
Vuestros hijos son los principales clientes de la compañía.
Eso significa que os enfrentaréis con cualquiera que sugiera que debéis engañarles o aprovecharos de ellos. Jamás explotaréis a un cliente.

Quinto
Sois independientemente ricos.
Trabajáis porque queréis, no porque tenéis que hacerlo; por lo tanto, nunca sacrificaréis vuestra integridad por un ascenso o una supervisión impecable de vuestro rendimiento. Renunciaréis antes que transigir.

“Si actuáis de acuerdo a estos supuestos, estaréis alimentando la semilla de la mayordomía en vuestra vida empresarial y, a través del ejemplo, en las vidas de los demás”.
