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Herramientas de gestión y medición del impacto social

¿Qué es el impacto social? ¿Qué indicadores ayudan a medirlo? ¿Qué herramientas sirven para gestionarlo? María Ordovás, de la Escuela de Organización Industrial (EOI), nos da todas las respuestas.

19/09/2023  EOIPatrocinados

Para hablar de herramientas de gestión y medición del impacto social en las empresas hay que empezar por el principio y precisar qué se entiende, exactamente, por impacto social.

El asunto no es sencillo, pues “la vaguedad, la falta de un lenguaje común y las incoherencias en las definiciones son algunos de los principales obstáculos que permiten tener una definición estándar. Esto ha creado confusión sobre lo que puede considerarse impacto social y ha impedido una buena comunicación entre los diferentes actores que tratan de actuar en este ámbito”, advierte María Ordovás, project maganer de Forética y alumni del Master Internacional en Sostenibilidad de la Escuela de Organización Industrial (EOI), de la que actualmente forma parte del claustro de expertos docentes. 

Aun así, nos ayuda a arrojar luz sobre el tema: “Podemos afirmar que el impacto social abarca aquellos cambios que afectan tanto a las personas como al planeta, debidos a una actividad, proyecto, programa o política concretos y que tienen un efecto a corto o largo plazo sobre las condiciones humanas. Estos cambios pueden medirse, pueden ser positivos o negativos, intencionados o no, tangibles o intangibles”.

Herramientas de gestión y medición del impacto social
María Ordovás, project manager de Forética y alumni del Master en Sostenibilidad de la Escuela de Organización Industrial (EOI).

Motivos para medir el impacto social

Ahora sí, con una idea más clara de lo que significa el impacto social, toca conocer la importancia que tiene incorporar el proceso de medirlo y gestionarlo en los objetivos empresariales y aquí entran en juego varios motivos. 

El primero es comprometerse con la responsabilidad que las empresas tienen o deben tener con respecto al entorno del que forman parte; es decir, tanto con las personas como con el medio ambiente.

Además, la legislación es cada vez más exigente en este sentido y la sociedad también avanza hacia un consumo más responsable; de hecho, el 85% de los españoles estaría dispuesto a comprar un producto más caro, siempre que provenga de canales de producción responsables y ofrezcan un mayor uso sostenible, según recoge el Estudio sobre Consumo Responsable de los españoles, elaborado por Oney en colaboración con Opinion Way.

Por otro lado, en un mundo empresarial tan competitivo como el actual, mantenerse ajeno a esta tendencia puede significar quedarse atrás o desaparecer.

Para evitarlo, cada vez más compañías responden con acciones dirigidas a generar una huella social y ambiental positiva; su objetivo ya no es solo obtener beneficios económicos.

Así lo confirma María Ordovás: “Observamos como en los últimos años, las empresas no solo publican información sobre su valor financiero, sino también sobre el valor económico, medioambiental y social que generan (o destruyen) para todas las partes interesadas, según una evaluación de materialidad. Este impacto incluye, como vemos, la parte social. Es por ello que resulta clave para las organizaciones gestionar el impacto que tienen en las personas, desde sus propios empleados hasta todas aquellas que intervienen en su cadena de valor”.

La importancia de determinar los indicadores que se van a medir y analizar

Llega el momento de medir y para ello hay que identificar los indicadores que ayudarán evaluar los impactos sociales empresariales. 

En este proceso no solo deben intervenir los stakeholders, sino que hay que ponerlos en el centro. “Las interacciones entre las partes interesadas y el valor de sus intervenciones son la piedra angular del impacto social. Por extensión, también son esenciales a la hora de seleccionar y cuantificar los indicadores. La medición y gestión deben regirse por la identificación de las métricas acordadas con ellos que permitan cuantificar los cambios experimentados debidos a la actividad, proyecto, programa o política, así como el grado en que se contribuye a los cambios”, señala Ordovás.

Desde la Comisión Europea y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) insisten que este proceso debe realizarse a través de una comunicación fluida y transparente basada en la confianza. “En este ejercicio —añade la profesora de la Escuela de Organización Industrial—, también es importante reconocer que todos los grupos no compartirán los mismos intereses, lo que implicará disponer de múltiples indicadores que reflejen diferentes objetivos”.

En cuanto a las herramientas en sí para medir y ante la ausencia de una estandarizada (a pesar de que desde Europa se está trabajando en la definición de un taxonomía social común), algunas organizaciones desarrollan las suyas propias o utilizan metodologías ampliamente aceptadas que combinan varios enfoques de evaluación y conjuntos de datos.

Entre ellas están, por ejemplo, Social Way – SEAT Impact Weighted Accounts, B Impact Assessment (BIA), La Teoría del Cambio, la EVPA (European Venture Philanthropy Association), el IRIS (Impact Reporting and Investment Standards) o el método SROI (Social Return of Ivestments). 

De entre todas ellas, María Ordovás destaca la última como modelo para cuantificar el valor social de una organización, proyecto o iniciativa. 

Según explica, dicho estándar se basa en un indicador puramente económico llamado Return on Investment (ROI) al que se le incluye el concepto de valor social (SROI). Así, «hace referencia al valor social percibido, entendido como un concepto que incluye la minimización de daños ambientales y la mejora del bienestar, teniendo en consideración los costes y beneficios de carácter social, ambiental y económico, lo que puede apoyar decisiones estratégicas».

En cualquier caso, sea cual sea la herramienta que se vaya a emplear, la project maganer en Forética explica que “es clave, para lograr una mayor estandarización del proceso de impacto social, indicar y presentar las referencias existentes sobre las diferencias entre los resultados; además de apoyarse en las normativas europeas existentes como la Taxonomía de la UE y las Directivas de Información No Financiera y la nueva Directiva de Reporte de Sostenibilidad (CSRD) que, a través de los estándares obligatorios conocidos como ESRS (por sus siglas en inglés), permiten a la empresa reportar de una manera común y estandarizada aquellos indicadores y requisitos de divulgación para cada una de las áreas de la sostenibilidad, incluyendo las relacionadas con la social”.

Asimismo, es importante que la herramienta se adecue al tamaño del negocio y a las particularidades de cada organización para que pueda comunicar sus impactos internos y externos y tomar decisiones estratégicas con ello, pues ese es el objetivo final: “Los resultados de su uso permitirán la mejora continua, la comparabilidad con otras empresas, la transparencia, una asignación de recursos eficiente y una mejor disposición para recibir fondos externos”.

Liderar la gestión del impacto social para salvar obstáculos

Un último apunte. En el ejercicio de medir el impacto social de una empresa es normal encontrarse algunos obstáculos. Ya hemos expuesto dos de ellos: la identificación y participación de las partes interesadas y la ausencia de normas comunes de medición, pero hay más.

Así, la profesora de EOI señala otros cuatro que merece la pena tener en cuenta y que afectan a muchas compañías: la ausencia de una cultura empresarial de medición, la escasez de recursos para implementarla adecuadamente, la falta de datos o datos insuficientes y la medición de la atribución y la contribución.

Para solventarlos con éxito, el liderazgo en el proceso de medición del impacto es fundamental. “La gobernanza dentro de la organización muestra y eleva el compromiso de la empresa con los aspectos de la sostenibilidad. Es por ello, que cuanto mayor sea el cargo de la empresa que gestione y lidere el aspecto social, mayor podrá elevarse su relevancia y recursos invertidos”, concluye María Ordovás.

Redacción Emprendedores