Con esta finalidad, la función del gestor consistirá en alejar a la comunidad del conflicto destructivo y llevarla hacia comportamientos productivos. La comunidad es la que dicta el tono de la conversación, pero es el gestor el que ha de controlar ese tono:
Interviniendo cuando sea necesario para recordar a los miembros de la comunidad las directrices organizacionales de la conducta de la comunidad.
Presionando para obtener datos y hechos que apoyen posiciones perjudiciales o asuntos contenciosos.
Animando a los miembros a preguntar (“¿Por qué crees esto?”) y desalentando la defensa inflexible en la que los miembros se limitan a repetir su opinión una y otra vez, y cada vez más alto.
Protegiendo las opiniones de la minoría que podrían quedar ahogadas por las de la mayoría.
Manteniendo la transparencia (quién dice qué a quién) dentro de la comunidad y arrojando luz sobre los comportamientos perjudiciales y las conversaciones paralelas privadas.