Cuando la economía no va bien, el número de desempleados aumenta, y, actualmente, los datos hablan por sí solos: en los últimos doce meses, el paro se ha incrementado un 24,7% según los datos del Ministerio de Trabajo.
Es la consecuencia de que las empresas reaccionen a la crisis despidiendo trabajadores. Por ejemplo, en el sector automovilístico, afectado por la crisis debido a la caída de las ventas, las noticias de despidos masivos se acumulan: Renault anuncia que prescindirá de 5.000 trabajadores en Europa (algunos de ellos en nuestro país), al tiempo que General Motors se ve obligado a retirar su plan de 5.500 despidos (900 en España) por falta de fondos para las indemnizaciones.
Los sindicatos de la fábrica de Figueruelas (Zaragoza), en la que recaerían los 900 despidos, pedían recientemente “imaginación” contra esta situación. E imaginación es precisamente lo que se necesita para afrontarla. Frente a las técnicas clásicas, como jubilaciones anticipadas, prejubilaciones, bajas incentivadas, congelación y reducción de salarios, etc., existen otras estrategias interesantes.
La primera es el outsourcing a la inversa. Es decir, en lugar de subcontratar algunos servicios para la empresa, ¿por qué no integrarlos en ella dándoselos a las personas que, de otra forma, serían despedidas? De este modo, no se prescinde de mano de obra, sino que simplemente se hace dentro lo que antes se hacía fuera.
Otra buena fórmula es el outplacement, que consiste en recolocar a los empleados sobrantes en otras empresas que los demanden si el despido es inevitable. Aunque generalmente está técnica se limita a los ejecutivos, existen consultoras especializadas en outplacement que se encargan también de reinserciones colectivas, en casos de reducciones de plantilla.
Además de estos métodos, no debe olvidarse la formación continua a los empleados: si no engrasas la maquinaria, se oxida y se termina parando, lo que puede significar la muerte de la empresa.