“Queríamos emprender, pero no teníamos definido el modelo. La idea era enfocar nuestros conocimientos académicos a un negocio y te-níamos claro que nos íbamos a centrar en prestar un servicio, ya que no teníamos capacidad financiera para invertir en un producto”, confiesan Chema Belaúnde y Rafa Ausejo, primos hermanos y muy buenos amigos desde la infancia.
Dar a conocer
¡Y la idea de negocio la tenían delante de sus ojos!
“Siempre nos ha gustado hacer escapadas y descubrir pequeños hoteles rurales.
En esos viajes, invertíamos tiempo en charlar con sus propietarios de muchos temas, pero, sobre todo, sobre sus negocios, sus necesidades e inquietudes. La mayoría coincidía en que había hecho grandes inversiones en sus establecimientos, pero no tenía la capacidad de que la gente les conociera”, recuerdan.
¡Eureka! Belaúnde y Ausejo ya tenían lo que andaban buscando. “Decidimos ofrecerles desde Madrid servicios de promoción de sus negocios. Unos 15 hoteles confiaron en nosotros”, afirman.
Eso fue en 2002 y así nacía la empresa Ruralka. Con una inversión –por parte de sus
respectivas familias– de unos 6.000 euros, empezaron a trabajar en el diseño de estrategias de comunicación y márketing. Siete años después, han conseguido crear un club de calidad de acceso restringido en el que confía un centenar de hoteles rurales con encanto y desarrollar varias línea de negocio: la Guía Ruralka, con una tirada de 60.000 ejemplares; una plataforma web que sirve, entre otras cosas, como gestor de reservas; una central de compras de la que se benefician sus hoteles a la hora de comprar productos; Ruralka Events, que gestiona la organización de eventos de empresa en sus hoteles; los bonos Ruralka, para regalar a clientes; las Experiencias Temáticas, con ofertas concretas en torno a la gastronomía, el golf, el spa, el esquí y el vino; y Ruralka Espacio Misura, un departamento de decoración e interiorismo.
Tortas por entrar
¡Menos mal que no tenían definido el modelo!, porque siete líneas de negocio no se sacan de la chistera. Confiesan dedicarle 25 horas al día a su negocio y mimar a los hoteles como si fueran de la familia. “Siempre les hemos dicho a los anfitriones (los dueños de los hoteles) que se dediquen
a sus casas (los hoteles) y que cuiden el trato y la calidad que dispensan a sus huéspedes (los clientes), que nosotros nos encargamos de todo lo demás”. Y esa filosofía les ha funcionado, porque cada año hay tortas entre los hoteles por entrar en su club de calidad, que deben tener, entre otras cualidades, una gestión familiar, un máximo de 40 habitaciones y estar en un entorno rural y emblemático.