José Luis Liz recuerda el verano de 2006 que castigó su Galicia natal con infinidad de incendios forestales. “Tenía que elegir mi proyecto de fin de carrera de ingeniería industrial y pensé centrarme en un sistema de extinción de incendios que aportase mejoras a los medios actuales”, relata. Cuando terminó el proyecto, con la colaboración de dos compañeros suyos y con el asesoramiento del Instituto Ideas de la Universidad Politécnica de Valencia, analizó las psoibilidades de mercado y en 2009 constituyó Pyro Fire Extinction, en la que ha invertido hasta ahora unos 100.000 euros
¿Qué aporta al mercado? “La idea inicial era crear un cañón. Después, como la necesidad del cañón implicaba el diseño de una cápsula, vimos que ese producto tenía un potencial enorme, que era lo que le daba funcionalidad a todo el sistema y además era más asumible que fabricar el cañón”. Liz y su equipo han diseñado unas cápsulas, 100% biodegradables, que contiene un agente extintor. La cualidad de estas cápsulas es que están diseñadas para que a partir de los 80 grados se abran y viertan su contenido, “sería como tener unas pequeñas nubes que se activan de forma automática cuando detecta una fuente de calor. Pueden durar sin utilizarse unos tres años”. La otra cualidad es que las cápsulas se pueden lanzar desde un cañón estático como forma de extinción y también se pueden colgar, como medida de prevención, sobre la vegetación gracias a unos sistemas de enganche y activarse sólo cuando se produzca un incendio. “La cápsula contiene un agente retardante que no es nocivo al medio ambiente, y que evita que el agua se evapore pronto, mejorando así las propiedades del agente extintor. Un hidroavión deja en torno a un litro y medio de agua por metro cuadrado. Con nuestro sistema podemos colocar cuatro litros por metro cuadrado en función del tipo de vegetación, porque la necesidad de cuánta agua necesita una zona depende del tipo de vegetación. La altura óptima para liberar los agentes extintores es justo encima de los árboles. Cuanto más alto lo hagas de esa altura pierde eficacia. Nuestras cápsulas están colocadas en las copas de los árboles, por lo que multiplicamos en más de dos veces la capacidad de nuestros agentes extintores que la que suelta un hidroavión. La descarga con agua desde un avión, como prevención, puede durar una media hora, se evapora y pierde su efectividad. La ventaja de nuestra cápsula es que sólo va a actuar si realmente hay fuego”, explica Liz, que no duda además en destacar que la labor de los hidroaviones está condiciona a las inclemencias meteorológicas, “éstos no pueden volar cuando hay mucho viento o mucho humo que impide la visibilidad. Nuestras cápsulas se pueden lanzar desde tierra en una posición fija de día, de noche, con viento, etc.”.
La preocupación ahora de Liz es poder hacer una demostración pública de su sistema en un incendio controlado. “Estamos seguros de que convenceremos. Y será entonces cuando necesitaremos una inyección de capital externa de unos 500.000 euros para pasar a la fabricación y comercialización de las cápsulas. Un año y medio después de empezar con la industrialización de las cápsulas queremos introducir el vehículo, porque éste sólo tendrá sentido si lo que transporta funciona”.