Con 17 años y un buen olfato, no sólo para el vino, sino también para los negocios, Robb Denomme creó, junto a su socio Lance Kingma, Genuwine Cellars en 1995. “Todo empezó como un hobby. Mientras tomábamos una copa de vino con un escritor especializado en enología, éste nos comentó que tenía tantas botellas que necesitaba una bodega en su casa. Mi socio le dijo que él se la construiría. Así lo hicimos y, cuando terminamos, construimos otra, y luego otra más, hasta que decidimos montar la empresa”, explica Denomme. Empezaron con una inversión de 30.000 euros, y ahora “construimos una bodega al día, lo que nos reporta entre 4.000 y 740.000 euros en función de lo grande que sea el proyecto”, dice este emprendedor poco dado a revelar datos económicos. “A diferencia de otras empresas, nos basamos en la calidad y el diseño de la bodega; no trabajamos a lo grande. Operamos en un nicho tan reducido que nuestros clientes son los que hacen nuestro márketing: la primera cena que organicen en su casa nos generará clientes”.