Who Gives a Crap: Papel higiénico eco con conciencia social
No sé tú, pero a nosotros nos hablan de papel higiénico y nos ponemos a pensar en el concurso de trajes de novia fabricados con rollos de papel higiénico que se celebra todos los años en Nueva York y que lleva ya la friolera de trece ediciones.
También pensamos en Marc Lore–, el fundador de la tienda online de pañales, jabón y papel higiénico Quidsi (Diapers.com, Soap.com…) que Amazon adquirió por 545 millones de dólares la empresa en agosto de 2010. Amazon, por cierto, no compró una empresa que vendía pañales y papel higiénico. Compró una empresa que había encontrado una fórmula de vender de pañales y papel higiénico (bueno, y cualquier otra cosa). Resulta que el negocio de Quidsi no estaba en lo que vende. El motor (el core) del negocio de Quidsi no era lo que vendía, sino la logística, el haber sido capaz de convertir el envío de productos de muy, muy poco margen de forma rentable a casa del consumidor. Resulta que diseñó robots propios para gestionar los pedidos dentro de su almacén. E invirtió también en un software propio para estudiar cuál era la mejor forma de empaquetar los pedidos, de tal forma que fueran en las cajas más pequeñas posibles para que se pudieran enviar más productos y más cajas en un mismo contenedor y aprovechar costes. Resulta que un operario podía llegar a controlar hasta veinte robots. Cuando entraba un pedido, su software estudia todas las combinaciones para dar con la caja más óptima para el envío.
Pero eso era hasta ahora. Porque a partir de ahora cuando nos hablen de papel higiénico, vamos a pensar en Who Gives a Crap, una startup con uno de los juegos de palabras más prosaicos que hemos visto en esta revista. Lo llamativo del negocio no está en el qué (vender papel higiénico ecológico), ni en el como (online, con un modelo de suscripción, como tantos otros; y con mucho marketing), sino en el por qué: donan el 50% de las ganancias a proyectos sociales (han donado hasta ahora más de 1,7 millones de dólares a organizaciones como WaterAir, que para ser una startup son muchos millones).
“Nos encanta el papel higiénico porque para nosotros es nuestra forma de marcar la diferencia. Empezamos Who Gives A Crap cuando nos enteramos de que 2.300 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a un inodoro. Eso es aproximadamente el 40% de la población mundial y significa que alrededor de 289.000 niños menores de cinco años mueren cada año por enfermedades diarreicas causadas por la falta de agua y saneamiento. Eso supone casi 800 niños por día, o un niño cada dos minutos. Pensamos que era una mierda. Entonces, en julio de 2012, lanzamos Who Gives A Crap con una campaña de crowdfunding en IndieGoGo. Simon se sentó en un retrete en nuestro almacén con fuertes corrientes de aire y se negó a moverse hasta que hubiéramos reunido suficientes pre-pedidos para comenzar la producción. 50 horas y un fondo frío después, recaudamos más de 50.000 dólares”, dicen sus fundadores Simon Griffiths, Danny Alexander y Jehan Ratnatunga.
HeroHair: Pelucas a medida para amantes del cosplay
¿Cuánto estarías dispuesto/a a pagar por una peluca diseñada y fabricada por expertos en atrezo de Hollywood de Daenerys Targaryen? Porque tú te lo mereces, porque has pasado un año bastante difícil. Porque quieres lucir un cabello plateado que parece rubio y que tiene más ondas que unas Ruffles y unos ojos violeta intenso. Llevas dando clases de Dothraki ya varios meses. Incluso has apuntado a tus hijos a clases de Dothraki –el nuevo chino, lo llaman ya en algunas escuelas infantiles–. Pues eso, ¿cuánto estarías dispuesto a pagar? ¿Qué tal 20.000 euros? Es una peluca de pelo real, nada de fibra sintética.
Bueno, a lo mejor 20.000 euros no puedes pagar, pero sí que estarías dispuesto a pagar 500 por una peluca y unas patillas que te aseguren que te van a confundir por la calle con el mismísimo James Logan sin necesidad de echar un vistazo a ver si llevas garras de Adamantium o no.
Hero Hair es una pequeña empresa de Brooklyn formada por profesionales atrecistas de cine, televisión y teatro que fabrican pelucas a medida para dar rienda suelta a las fantasías (y a las proporciones físicas) de los aficionados al cosplay. La idea es bien sencilla, así que poco más tiene que explicar. Echad un vistazo a su portafolio.
FreakerUSA: Calcetines para botellas
¿Qué fue primero: el huevo o la gallina? Cuántos quebraderos de cabeza ha dado esta pregunta, ¿verdad? Unos dicen que el huevo, pero no de la gallina, sino de otro animal de la cadena evolutiva; otros, que de la gallina, pero de una gallina que vino del espacio… En ocasiones la pregunta es mucho más fácil de responder, aunque no aciertes a la primera: ¿Qué fue primero: La empresa de fundas de lana para botellas que fabrica también calcetines o la empresa de calcetines que fabrica también fundas de lana para botellas? Tú, casi seguro, dirías que la segunda. Y, sin embargo, es la primera. Sin ningún género de duda.
Freaker USA es la historia inclasificable de un emprendedor igualmente inclasificable: Zach Crain, uno de los concursantes más raritos del popular programa de televisión estadounidenes Shark Tank –y esto ya es decir mucho–, un tipo que un día se apuntó a una clase para aprender a hacer punto, que al día siguiente se le ocurrió tejer suéteres para botellas de bebidas de todos los tamaños –más conocidos en el mercado como protectores antideslizantes para botellas, generalmente de todo tipo de tejidos inventados por el hombre, a excepción de la lana– y unos días después lanzaba una campaña en Kickstarter. Y no hablamos de cualquier campaña, sino lo que la propia plataforma Kickstarter ha dado en denominar como “el Santo Grial de los videos”, que es mucho decir en estos tiempos que corren. El caso es que consiguió los 62.700 dólares que necesitaba para financiar su idea que mantiene las bebidas frías y las manos secas –adiós apretones húmedos entre seres humanos que beben cerveza en botella–. Y todo esto desde Wilmington, Carolina del Norte, algo así como Cabeza del Buey, en Badajoz, sólo que en Estados Unidos. Nada de Nueva York, ni Los Angeles… Era 2011.
(Con el dinero también tuneó un food truck y se puso a viajar por todo el país con dos de sus cofundadores para promocionar el producto, cocinando sandwiches de queso, fáciles de preparar y que maridan prácticamente con cualquier bebida ideada por el ser humano.)
Cuatro años después, Crain pensó: ¿Qué más se puede proteger con lana? Y discurrió: los pies. ¿Qué necesitan? Calcetines, que se fabrican en su mayoría fuera de Estados Unidos (piensa que hablamos de 2015, ahora ya hay más empresas que fabrican calcetines made in USA, y made in Spain, y made in France, etc, etc, etc.). Para ello se fue otra vez a Kickstarter – esta vez necesitaba 250.00 dólares– y a Shark Tank. En el programa de TV logró popularidad, que no dinero. En Kickstarter consiguió 255.200 dólares. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo.
A ver que una bolsa de papel también funciona, pero tiene menos glamour. Y calcetines de papel… hmmm como que tampoco.
Por cierto, venden en una red de 3.000 tiendas.
Suscripción de comida ecológica gourmet elaborada por chefs… para perros
https://www.thefarmersdog.com/
Cuando lees que una startup propone un modelo de negocio de suscripción para adquirir platos elaborados con productos de calidad directamente del productor, ecológicos y gourmet, del campo a tu casa, no esperas, la verdad, que a continuación ponga: PARA TU PERRO. Como tampoco es habitual que cuando lees en la misma frase que ese negocio combina un algoritmo propio y un equipo de nutricionistas certificados, el consumidor de ese producto siga siendo TU PERRO. No porque no se lo merezca, sino porque no nos tenían acostumbrados (por cierto, ¿sabías que el perro y el lobo común comparten el 99,8% de genes, aunque la digestión de uno y otro ya es cosa de otro cantar).
El negocio en cuestión se llama Farmer’s Dog y acaba de recibir una inversión de 8 millones de euros del mismo fondo que invirtió en The Dollar Shave Club y Warby Parker. Los productos no son enviados directamente por el productor al cliente, pero sí trabajan con productos locales comprados directamente a los productores, sin intermediarios. Vamos que no tiene nada que ver con comida procesada que aguanta hasta dos años en una alacena bajo las escaleras que llevan al piso de arriba del número 4 de Privet Drive. Se cocina en pequeñas cantidades y se hacen menús personalizados en función del tipo de perro (como te podrás imaginar, hay patrones establecidos en función de tamaño, peso, raza, estilo de vida… que poco tiene que ver con el de los lobos) y se hacen envíos semanales.
¿Y eso es negocio? Si no te ha convencido lo de la inversión que te acabamos de contar, que sepas que en dos años han gestionado ya un millón de pedidos en Estados Unidos.
Ahora ya no te vas a sentir raro si pruebas la comida de tu perro.