El reloj que te dice cuántos días te quedan para morirte
Tic, tac… ¿Quieres saber cuánto tiempo te queda de vida? ¿Cuál es tu esperanza de muerte? Tikker Watch -a ver que es un reloj, que no han inventado la rueda– tiene una propuesta de valor sorprendente no, lo siguiente: A través de un simple cálculo y de un concienzudo cuestionario –demasiado en tiempos de Cambridge Analytica– puede determinar tu esperanza de muerte; te dice, aproximadamente, qué día tendrás que abandonar la casa y dejar de concursar en eso que llamamos vida. Este número se introduce en Tikker Watch y comienza una cuenta atrás de tu “expectativa de vida estimada”.¿Y a Santo de qué se pone alguien a vender esto? El creador de este particular reloj, un ciudadano sueco que atienden al nombre de Fredrik Colting, asegura que el “propósito es recordar que el tiempo es el activo más valioso con el que contamos los seres humanos y que malgastarlo es un desperdicio de nuestras vidas”.
Rascando, rascando, resulta que Colting ofrece más usos para el reloj. Por ejemplo, para marcarse retos saludables: si quieres perder un par de kilos en dos semanas, ajustas el reloj y hace la cuenta atrás hasta el momento en el que te has marcado conseguir ese objetivo. O, bueno, venga, para ser menos cenizos, te ayuda a saber cuántos días quedan hasta que te jubiles sin que tengas que echar cuentas con los dedos. Nosotros echamos en falta algo más motivador, como pequeñas descargas eléctricas para incitar a conseguir esos objetivos, ya sea no morirse, aprovechar más la vida o acelerar la jubilación. Y ahora dirás tú: ¡Menuda tontería! En su campaña de Kickstarter pedía 25.000 dólares, y consiguió 98.665 dólares. Ahí queda.
Clínicas dentales portátiles
Atención, pregunta: ¿Qué ocurre cuando cae en las manos de dos estudiantes de la escuela de negocios de la Universidad de Harvard un estudio de la Asociación Dental Americana que dice que uno de los principales motivos por los que los millennials no acuden al dentista es por un caso agudo de “falta de conveniencia”? Pues que dicen: Si el millennial no va al dentista porque éste no está suficientemente cerca de su trabajo o de su domicilio, y además tiene unos horarios difícilmente compatibles con el horario laboral, que sea el dentista el que vaya al millennial. Y, a partir de ahí, empiezan a darle vueltas a la idea: que si el dentista puede ir al domicilio del millennial, que si puede conectar sus equipos a la red eléctrica sin problemas…
Pero, claro, entre en que unos estados es ilegal y que a ver quién es el guapo al que le hace gracia que un dentista -nada menos que un dentista- entre en su casa – sólo imagina una endodoncia en el salón de tu casa, ese en el que agazapado debajo de la manta te ves maratones de Black Mirror-, la opción queda descartada. Luego dicen, bueno, pues que no sólo sea el dentista el que se desplaza, sino que sea también su clínica. Y ahí es cuando piensan en una pequeña furgoneta-caravana como las que se utilizan para hacer las revisiones médicas hoy en día. Y ahí es cuando encuentran su idea de negocio, Lydian Dental, mini-clinícas sobre cuatro ruedas.
Le meten un poco de estilo a la decoración de la clínica para que no resulte tan chocante meterse en la caravana, venden el servicio a través de un modelo de suscripción mensual y le ofrecen el paquete a las empresas en lugar de ir millennial por millennial. Y empiezan por empresas de postín, tipo HBO o Google, o los tipos que diseñan y fabrican las guitarras Fender Stratocaster. A ver, que la idea no es del todo nueva. Hasta ahora este modelo se había planteado para emergencias y para colectivos con necesidades económicas, pero eran o servicios muy caros (en el primer caso) o servicios subvencionados (en el segundo).
Elon Mask, sí, de Elon Musk
A ver, es un juego de palabras en inglés que pierde todo su sentido en castellano: el CEO de Tesla y Space X, Elon Musk, es razonablemente popular por una larga lista de razones, entre ellas por enviar descapotables y cohetes al espacio, por querer poblar Marte y por ser una de las personas más ricas del planeta.
Tal es su popularidad que un grupo de avezados emprendedores, ex empleados de las empresas de Musk, ha lanzado una mini-compañía –barruntamos que efímera como pocas– que ofrece plantillas de máscaras (Mask) con el rostro de Musk para que sus fans puedan, por un módico precio, imprimirlas en papel y sentirse más cerca de él, tal y como reza la publicidad de la marca. También sirven para atracar bancos, estilo película de Katheryn Bigelow, pero eso lo dejamos al gusto del impresor. ¿El precio? Se paga la voluntad en criptomonedas.