Explicar a qué se dedican en el Club Mostylion no es sencillo dadas las ramas que han ido brotando de la idea original. Todo arranca en un equipo semiprofesional de fútbol, en un pueblo de Islandia, donde Juan Carlos Mostajo, Javier Laín y Álvaro Valencia estrechan una amistad que ya venía desde Madrid. De esos tiempos conservan la costumbre de llamarse entre ellos por el apellido.
Atrás quedaba Isabel Catalán, novia de Mostajo desde hace 13 años. Especialista en marketing online y social media manager, optó por seguir desempeñando su puesto de trabajo donde llegó a asumir la parte del desarrollo de ecommerce de grandes cuentas, entre ellas la del Grupo Cortefiel.
El sueño de los primeros era acabar como futbolistas profesionales mientras que Isabel soñaba con crear su propia marca de moda. Ella es, pues, la principal artífice de la idea de lo que hoy es el Club Mostylion. Una vez que los amigos vieron que el paso de los años empezaba a enturbiar la visión en el terreno del juego profesional, decidieron regresar a Madrid con el firme propósito de conservar la amistad y montar algo juntos. Daba igual lo que fuera.
Isabel Catalán se lo puso fácil. Integró a todos en su proyecto después de mentorizarles y trasferirles los conocimientos adquiridos en su trayectoria profesional. Nace así hace cinco años Mostylion, inicialmente como una marca de moda fitness para vender a través de su propio ecommerce.
La marca de los emprendedores digitales
Al margen de la originalidad de sus sudaderas, camisetas y calcetines, Mostylion quiso distinguirse de otros ecommerces poniendo el foco en los emprendedores digitales. Querían convertir sus camisetas con el logo de la cabeza de un león en la ‘insignia’ o seña de identidad de otros impulsores de negocios que, como ellos, estuviesen luchando por lanzar un proyecto de ecommerce. Surge así la idea de crear una comunidad en torno a la marca.
La buena sintonía del grupo y la fuerte marca personal de Juan Carlos Mostajo trabajada en las redes -118K de seguidores en Instagram- hablando de emprendimiento, les ayudaron a ganar visibilidad. El éxito propició que cada vez se les acercasen más emprendedores interesados en conocer sus estrategias y unirse al grupo. Esto les condujo a dar al paso siguiente: crear el club Mostylion.
El club
“Aprovechamos los meses del confinamiento para perfilar la creación de una academia de formación para otros emprendedores que quisieran crear su ecommerce y que se sintiesen arropados por la comunidad”, declaran. El objetivo era mostrar abiertamente su forma de hacer. “Empezamos con un por qué, que era conectar y potenciar a los emprendedores digitales, y ahora les enseñamos cómo hacerlo”, dice Mostajo.
En la academia guían a otros emprendedores, nuevos o ya establecidos, a crear un ecommerce de éxito. Lo hacen enseñando a los alumnos uno a uno, acompañándoles en todo el recorrido. Pero la verdadera magia surge cuando son los propios alumnos los que se apoyan entre ellos con absoluta generosidad, compartiendo no solo conocimiento, sino también comprensión y empatía. Actualmente, la comunidad de Mostylion la componen medio centenar de emprendedores con edades que van desde los 19 hasta los 65 años.
Para dar un servicio integral y satisfacer todas las necesidad a los ecommerce en las distintas fases, los fundadores de Mostylion han seguido avanzando. En paralelo han creado una agencia de marketing y comunicación y otra solución de logística que, a modo de dark store para el almacenamiento y packaging , resuelve los problemas de envíos. La intención es cerrar el círculo y ofrecer un servicio 360ª a la industria del ecommerce, desde que arranca de cero hasta la fase de escalada.
“No inventamos nada con una academia de ecommerce. De estas hay un montón, pero como la nuestra ninguna.- sostienen- Nuestra fortaleza es que tenemos muy claro a quién nos dirigimos, las necesidades que tienen y nuestro foco de negocio es el alumno. Si gana y crece él, ganamos y crecemos nosotros”.
Conocimiento colectivo
Colaboran con los fundadores un equipo aproximado de 20 especialistas, entre mentores, expertos en redes sociales o freelance de otras disciplinas. La intención es mantener una estructura empresarial ligera y flexible que se pueda adaptar a las necesidades de cada momento.
La manera de entrar a formar parte de la comunidad es a través del curso. En función de las necesidades de cada emprendedor y los requerimientos de cada uno, el precio oscila entre los 1.000 y los 10.000 euros. Se comprometen, no obstante, a devolver el dinero si el alumno siente insatisfechas sus expectativas algo que, aseguran, no les ha ocurrido hasta ahora.
El curso dura un año entero. Tres meses de formación personalizada y el resto trabajando en equipo con el resto de los emprendedores. Entre todos los proyectos participantes, superan los 70 millones de facturación. No obstante los impulsores andan todavía por los 6 dígitos, aunque están convencidos de que podrán sumar en breve otro cero.
Cómo emprender entre amigos
Finalizados los meses del confinamiento, lo primero que hicieron cuando se pudo salir a la calle fue constituir la sociedad. Todos a partes iguales, mancomunados y con recursos propios. Se rigen por los valores de la empresa que los condensan en: excelencia, generosidad, proactividad y flexibilidad. Aseguran que los valores están por encima de cada uno de ellos y, por encima de la empresa, la amistad.
Las decisiones se adoptan por consenso de los cuatro socios. Tampoco creen necesario redactar un pacto de socios, asignar cargos ni delimitar las tareas específicas de cada uno de los integrantes. Lo que sí han hecho ha sido distribuir los roles atendiendo a las fortalezas personales de cada cual: ventas y liderazgo (Mostajo), comercial y planificación (Laín), análisis y desarrollo de negocio (Valencia) y estrategia en redes, crecimiento y publicidad (Catalán).
“Lo explicamos así porque algunos se empeñan en que nos encasillemos en un organigrama. Pero en realidad, nuestros perfiles no son tan identificables porque somos versátiles y, como por encima de todo somos amigos, nos moldeamos entre nosotros. No se trata tanto de establecer jerarquías como de poner todos el mismo esfuerzo e ilusión en un proyecto compartido. Cuando te quieres entender, te entiendes. Cuando no, es que no había amistad”. Saben, no obstante, que eso de acometer un proyecto entre amigos no se ajusta a los cánones del emprendimiento, pero ellos están empeñados en contravenir las reglas.