Como explica Martínez, “Alife es una idea fuera de lo común. Quizá por eso lo ‘común’ no nos sirvió para encontrar la financiación que requería una idea de tales dimensiones. Así que después de buscar financiación al modo tradicional y no encontrarla, decidimos crearla”.
Lo han denominado ‘microfinanciación colectiva por referencia’: “Combina el crowdfunding y la recomendación. Ésta se basa en un mecanismo tan simple y cotidiano que se usa hasta en Whatsapp. Por ejemplo, si uno de tus contactos no tiene Whatsapp aparece la posibilidad de ‘invitarle’. Este tipo de recomendación se usa más allá de las redes sociales y decidimos llevarlo al mundo de la financiación”.
La estrategia es: “Si es bueno para mí puede ser bueno para alguien más y puede crear un efecto en cadena. Creamos un sistema de financiación que no sólo fuese atractivo por lo que financiaba (Alife), sino atractivo desde la misma financiación, ya que premia con más participación a aquellos inversores que dan la oportunidad de invertir a otras personas”, señala.
Un sistema complejo
Martínez reconoce que, a pesar de la aparente sencillez del sistema, “fue complejo diseñarlo y fue necesario comunicarlo muy bien para que la gente viera sus dimensiones y los riesgos que supone”. Limitaron la cantidad por inversor a un máximo del 0,5% del total (4.850 euros por persona) para que nadie cometiese el error de invertir más de lo que se pudiese permitir. “Además, tuvimos que diseñar un software y un contrato específico porque esto no se había hecho antes. La fórmula resultó ser un éxito y conseguimos reunir 970.000 euros en sólo seis meses”.
Han captado dinero de 600 pequeños inversores