La Captura y Almacenamiento de CO2 (CCS, Carbon Capture & Storage, en inglés) está llamada a ser uno de los grandes negocios de las próximas dos décadas ya que, al margen de los avances en reducción de emisiones, permitirá la recuperación del carbón como energía limpia y el revival de las centrales termoeléctricas. Una de estas plantas de captura, explican en el sector, “permite reducir las emisiones de una termoeléctrica en un 90%”. La propia Agencia Internacional de la Energía prevé inversiones de 32.000 millones de euros en el sector, sólo en plantas de carbón, en los próximos 15 años; una tecnología que se aplicará también en refinerías o papeleras.
Nuestro país sólo tiene un LSPI (Large Scale Integrated Project), el de Compostilla, en León (en fase de definición), frente a los 7 del Reino Unido, los 4 de Holanda o los 25 de EE UU. Una situación que explica que no estemos incluidos en el informe del 2011 del GCCS Institute. Este retraso ha dejado a las empresas españolas sin muchas posibilidades.
La escasez de know how ha llevado a las eléctricas españolas a adjudicar sus proyectos a firmas extranjeras. La de Compostilla fue para Foster Wheeler y la de Iberdrola, en Escocia, para Ackermann. La eléctrica ha optado por Escocia, a través de Scottish Power, para poner la sede de su división de CCS. Parece, pues, que las empresas españolas ya habrían perdido el tren de esta tecnología. El sector está controlado por las multinacionales de bienes de equipo como Alston, ABB, Siemens o GE, capaces de integrar todas las tecnologías.