En el afán por explotar el pasado los hay que incluso basan su negocio en épocas nada gratas, como es el caso del Hotel Ostel, en Berlín. Este establecimiento está decorado según los cánones de la estética comunista: en el salón cuatro relojes con las horas de los cuatro países comunistas dan la bienvenida al visitante, mientras un joven Fidel Castro habla al pueblo a través de un viejo monitor de televisión. “Me costó encontrar los enseres para montar el hotel”, recuerda su propietario Daniel Helbig.