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¿Hongos para fabricar gadgets y ordenadores?

No pueden sustituir los chips de silicio pero sí son capaces de procesar información de una forma parecida a como lo hace un ordenador, según un estudio en el que ...

25/01/2021  Redacción EmprendedoresIdeas de negocio

Una investigación realizada por la Universidad del Oeste de Inglaterra, Bristol (UWE Bristol), Mogu, el Instituto Italiano de Tecnología y los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) apunta a la posibilidad de convertir los hongos en materia prima para la confección de ropa, gadgets y construcción. O el desarrollo de nuevos materiales fúngicos que ofrecen un sinfín de características interesantes, entre las que se encuentran su sostenibilidad, durabilidad, capacidad de reparación y adaptabilidad. El estudio, que explora la capacidad de utilizar los hongos como componentes para wearables o dispositivos portátiles, ha comprobado la posibilidad de utilizar estos biomateriales como sensores eficientes y llenos de aplicaciones.

Hongos para hacer que los wearables inteligentes sean más inteligentes

Pocas personas pensarían en los hongos como un material adecuado para confeccionar un dispositivo, especialmente si este es inteligente, como un podómetro o un móvil. Los dispositivos ponibles (wearables) requieren de sofisticados circuitos conectados a sensores, así como cierta capacidad de computación. Esto, grosso modo, es lo que los define como inteligentes, algo que conseguimos mediante complicados procedimientos y materiales. Sin embargo, la colaboración entre Andrew Adamatzky i Anna Nikolaidou, del Laboratorio de Informática no Convencional de la UWE Bristol; Antoni Gandia, director de Tecnología de Mogu; Alessandro Chiolerio, del Instituto Italiano de Tecnología, de Turín, y Mohammad Mahdi Dehshibi, investigador del Scene Understanding and Artificial Intelligence Lab (SUNAI) de la UOC, han demostrado que entre dichos materiales podemos encontrar los hongos.

Para ello, el reciente estudio Reactive fungal wearable, publicado en Biosystems, analiza la capacidad del Pleurotus ostreatus, el champiñón ostra, para detectar posibles señales procedentes del entorno, lo que incluiría, por ejemplo, el cuerpo humano. Con el objetivo de demostrar la reactividad que presenta este hongo como biomaterial, el estudio analiza y recoge su papel como biosensor capaz de distinguir estímulos químicos, mecánicos y eléctricos.

“Los hongos son el grupo de organismos vivos más grande, más ampliamente distribuido y más antiguo del mundo”, explica Mohammad Mahdi Dehshibi. “Crecen extremadamente rápido y se adhieren al sustrato que combinas con ellos”. Según señala el investigador de la UOC, los hongos son capaces, incluso, de procesar información de una forma parecida a como lo haría un ordenador.

“Podemos reprogramar la geometría y la estructura teórica de gráficos de las redes de micelio —el conjunto de filamentos que forman la parte vegetativa de un hongo— y luego usar la actividad eléctrica de los hongos para realizar circuitos de computación”, confirma. “Los hongos no solo responden a los estímulos y disparan señales en consecuencia, sino que también nos permiten manipularlos para realizar una tarea computacional, es decir, procesar información”. De esta manera, nos encontramos ante la posibilidad de crear auténticos componentes de ordenador con material fúngico, capaces de sentir y reaccionar ante ciertas señales externas, de una manera única.

¿Por qué usar hongos?

Los hongos plantean, en superficie, una serie de problemas importantes. Por ejemplo, hay que mantenerlos, se degradan, son limitadamente resistentes, pueden producir olores… Lo cierto es que la gran mayoría de estos problemas ya han sido resueltos. Y, es más, se ha hecho de una forma increíblemente exitosa.

En el mundo existen ya varios ejemplos de lo que se conoce como “arquitectura fúngica”, construida con biomateriales procedentes de los hongos. Las estrategias existentes para este campo implican hacer crecer el organismo en una forma apropiada en pequeños módulos, como ladrillos, bloques u hojas. Luego se secan para matar el organismo y formar un compuesto sostenible e inodoro.

Sin embargo, cuando el micelio permanece vivo e integrado en nanopartículas y polímeros, se puede llevar más allá y utilizarse para desarrollar componentes electrónicos, según el experto de la UOC. “Este sustrato informático se cultiva dentro de un molde de tejido para darle forma y proporcionar una estructura adicional”.

Un futuro no tan lejano

El potencial existe, aunque según este investigador, todavía no se sabe hasta donde llega y cómo usarlo en la práctica. Algo que no parece muy lejano. En diciembre de 2022, el proyecto FUNGAR construirá un edificio fúngico a gran escala en Dinamarca e Italia, además de una versión más pequeña en el Campus Frenchay de la UWE Bristol.

“Hasta ahora, solo se han fabricado pequeños módulos, como ladrillos y láminas. Sin embargo, la NASA también está interesada en la idea y está tratando de construir bases en la Luna y Marte para enviar esporas inactivas a los planetas”, afirma el investigador de la UOC. “Vivir dentro de un hongo parece un poco extraño, pero ¿por qué resulta tan raro pensar que podríamos vivir en el interior de algo vivo? Sería un movimiento ecológico bastante interesante, que permitiría prescindir del hormigón, el vidrio y la madera. Piensa en colegios, oficinas y hospitales que crezcan, se regeneren y mueran; es la cúspide de la vida sostenible”, concluye Dehshibi.

Para los autores del artículo científico, el objetivo de las computadoras fúngicas no es reemplazar los chips de silicio. Las reacciones fúngicas son demasiado lentas para eso. Opinan, sin embargo, que se podría usar el micelio que crece en un ecosistema como un “sensor ambiental a gran escala”. Las redes fúngicas, razonan, monitorizan una gran cantidad de flujos de datos como parte de su día a día. Si pudiéramos conectarnos a las redes miceliales e interpretar las señales que utilizan para procesar la información, podríamos aprender más sobre lo que está sucediendo en un ecosistema.

Redacción Emprendedores