Antes de ser emprendedor, Josep Dosta se dedicaba profesionalmente al wakeboard. Como aficionado a los deportes acuáticos, en uno de sus viajes en Estados Unidos vio cómo a un surfero se le caían las gafas al agua y no se hundían. «Se trataban de unas gafas de madera poco populares por aquel entonces allí y menos aún en España», cuenta Dosta. Le vio una gran utilidad y un claro nicho no sólo en lo relativo a deportes y actividades marítimas, si no que combinándolo con buenos diseños podría desarrollar un buen producto.
Empezaron a analizar el mercado en septiembre de 2012 y no encontraron ninguna marca de gafas en España que trabajara con madera. «Incluso a nivel europeo, sólo algunas marcas presentaban algún modelo con este material, pero de altísima calidad y con precios entre los 700 y 1.000 euros. Vimos que nadie cubría ese segmento y nos pusimos a trabajar en una primera colección que presentamos en la feria Simm de Madrid», explica. Las de Woodys tienen un precio en torno a 100 euros, aunque eso no significa que escatimen en sus materiales. Utilizan madera de abedul, bambú o peral, además de contar con una curiosa línea hecha con madera de tablas de skate reciclada.
Para aquella primera colección, que constaba de 15 modelos, invirtieron 12.000 euros. Al ver que funcionaba, empezaron a buscar inversores privados para hacer funcionar el modelo de negocio y poder vender en más lugares. Empezaron fabricando en España, pero para poder ser competitivos tuvieron que trasladar el proceso de producción a Asia, donde las gafas se fabrican a mano.
Ahora están presentes en 10 países y distribuyen las gafas a más de 300 puntos de venta. En menos de un año han facturado más de 400.000 euros, y si la cosa sigue marchando igual de bien, tienen la mirada puesta en vender fuera de Europa en cuanto tengan la oportunidad.