Ya conocemos mil y una historias de éxito en Kickstarter: cómo un conjunto de anónimos consumidores, granito a granito (es un decir), hicieron posible que se financiara tal o cual proyecto. Pero ¿sabes una cosa? Necesitamos más historias sobre proyectos que no salieron victoriosos de su campaña de crowdfounding. Porque de ahí hay muchas más lecciones que extraer. Y no todas son negativas. Si no, que se lo digan al equipo de Natural Machines, el negocio responsable de la impresora 3D de alimentos Foodini. La historia, hasta ahora, de este negocio recuerda mucho al cuento de Woody Allen sobre el origen del sándwich, en el que el inventor prueba primero a poner pan entre dos lonchas de jamón, luego a dejar una loncha de jamón entre una rebanada de pan y una de jamón…
“Tiene más valor lo que puedes aprender de exponerte a tus clientes potenciales antes de salir al mercado, cuando todavía estás desarrollando tu producto, que el dinero que puedes llegar a conseguir. Es una forma de hacer un estudio de mercado. Para nosotros fue muy positivo porque descubrimos que el usuario doméstico quería poder cocinar la comida que imprimiera y nosotros no le estábamos dando un producto que lo hiciera. En la primera versión no se podía cocinar”, explica Lynette Kucsma, cofundadora y responsable de marketing. Pero éste no es el primer giro de esta startup barcelonesa, que lleva ya dos años en el mercado, y que hasta 2017 no saldrá a vender.
[pullquote align=’center’]“No dimos con el modelo de negocio hasta que pensamos en comida fresca y en dirigirlo primero al canal Horeca”[/pullquote]El primer giro tuvo que ver con el tipo de alimentos que podían salir de esa máquina: al principio diseñaron la impresora para que funcionara con productos precocinados y con dulces. Kucsma presionó por ampliar a productos saludables y en acuñar el concepto de cápsula abierta. “No hay muchas impresoras de alimentos, pero las existentes se basan en una pequeña cantidad de ingredientes para imprimir… Hay impresoras basadas sólo en chocolate o azúcar, por ejemplo. El modelo de cápsula abierta (de acero inoxidable o plástico de un sólo uso sin BPA) hace que no se limite la cantidad de ingredientes a utilizar. Esto nos permite dar cabida a una amplia gama de gustos”, explica Kucsma.
“Ahora estamos estudiando trabajar con distribuidores que puedan preparar cápsulas preenvasadas con ingredientes frescos, como una opción alternativa para los usuarios. Imaginate que vas a una tienda, recoges un paquete de cinco cápsulas de ingredientes frescos y luego vas a casa y lo imprimes”, continúa. “También estamos trabajando con fabricantes de alimentos para producir cápsulas preparadas, con ausencia o muy poca presencia de conservantes naturales”, concluye.
Cómo planear el largo plazo
Lynnete Kucsma. Cofundadora de Natural Machines (Foodini)
Todo esto no se materializará hasta que este verano se pongan a fabricar prototipos que puedan dejar en manos de cocineros profesionales en 70 países para analizar con ellos cómo los usan y qué recorrido tiene realmente la máquina. Luego ya se pensarán cómo dirigirse al público general. “Hasta finales de 2016, principios de 2017, no comenzaremos a hacer pruebas con el consumidor final”, reconoce Kucsma. “Necesitamos probar nuestro primer modelo con el canal de la restauración y en función del uso sacar un segundo modelo para el público”.