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La idea del fundador de La Cibeles: monto una cervecera, me convierto en referente y me jubilo tranquilo

David Castro Benito dejó el sector de la tecnología porque vio que allí nadie peinaba canas y él lo que quería era alcanzar la edad de jubilación sin sobresaltos. A ...

27/09/2021  Ana DelgadoIdeas de negocio

Antes de fundar La Cibeles, se gana la vida desde los 16 años. Por entonces David Castro era uno de esos frikis de la informática que se pasaba el día trasteando en la habitación con el espectrum de 1.5 millones de pesetas de las de antes. Más que nada se dedicaba a piratear juegos para venderlos después en El Rastro. Con el tiempo llegaría a terminar la FP2 de Informática, pero ya antes le había puesto su padre dos manuales sobre la mesa diciéndole “mira, David, esto es el futuro y a ti te gustan estas cosas. Esto es lo que tienes que aprender”.

El primero en contratarle fue el mismo jefe de su padre. De ahí pasó a otras compañías coincidiendo siempre con el salto de las tecnologías al cliente final. Así es como ha tenido ocasión de asistir al nacimiento de internet, de la telefonía móvil o de las puntocom y de residir en numerosos países distintos como jefe de proyectos. Todavía, a día de hoy, a David Castro le sigue pareciendo mágica la capacidad de la tecnología para mejorar la vida de mucha gente. Pero a él, personalmente, dejó se serle grata el día que sospechó que tenía cerca la puerta de salida. “Era como estar en un barco que se va hundiendo mientras ves el puerto”, dice.

La escasa valoración de la experiencia y del talento en el mercado laboral tecnológico en España, le hizo temer que le quedaban pocos años para seguir disfrutando de puestos de relevancia con un buen sueldo. Así, a la edad de 38 años, empezó a plantearse otra opción de vida en la que él pudiera ser dueño de su futuro profesional, sin grandes sobresaltos ni servidumbres. No halló otra solución que emprender.

De la olla a la fábrica

Lo de montar una cervecera se impuso sobre las otras dos opciones que barajó inicialmente en función de sus aficiones: fundar una escuela de buceo o algún negocio relacionado con la aviación. Donde más ducho estaba era en lo de la cerveza que para eso llevaba años preparándola en la olla del cocido de su madre cada vez que había un encuentro familiar. El arte de su elaboración lo aprendió él solo, como el de la informática, a base de lecturas, charlas con expertos y mucha prueba y error. 

Una vez tuvo controlado el proceso, pasó de una olla de la que salían 10 litros de cerveza a otra más grande con la que obtenía 100. Así hasta que su madre le ‘echó’ de casa. Decide entonces abrir una pequeña fábrica en un local de 500 metros al lado de su vivienda, en Alcorcón, y empieza la producción a ‘gran escala’, si así puede decirse de pasar de hacer 100 litros de cerveza en 8 horas en la olla del cocido a 1.000 litros en 23 horas en un equipo ad hoc. Nace así en 2011 La Cibeles, una marca de cerveza artesana que bebe y se nutre de Madrid.

Escalabilidad temprana

La fabrica la abrió con la aportación económica de cuatro amigos que, además de conocer el producto, creían en la capacidad de Castro para gestionar el proyecto y, sobre todo, para crear sus propios equipos. 

Así fue, David Castro no tuvo pereza para aprender a manejar el AutoCAD, programa con el que diseñaría sus propios equipos de producción de cerveza a un coste mucho más económico que la maquinaria que se vendía entonces en el extranjero. Él mismo fue quien diseñó toda la planta y los equipos de los que empezarían a salir los primeros lotes de La Cibeles.

Y mientras esperaba a que los clientes entraran por el boca a boca o la vía de la recomendación, -“nunca he sido un hombre marketiniano”, dice-, a David Castro se le ocurrió que podría escalar el negocio cediendo los planos de la planta y los equipos que él había desarrollado a otras cerveceras artesanales. Sus planos se extendieron por más de 14 las fábricas de cerveza regionalizadas que, a cambio, en una especie de quid pro quo, ofrecían su apoyo a La Cibeles cuanto tenía necesidades de producción mayores. 

De esta forma consiguió crecer de forma ágil y sin apalancarse en los bancos a los que este emprendedor es alérgico.  “El único crédito que he pedido fue a Enisa, para crear la línea de embotellado”, afirma.

Antes de esto, producción y venta se hacían a demanda, nada de stocks ni logística para la distribución. Él mismo se encargaba de coger su SEAT Alhambra y hacer el reparto de los lotes que embotellaba a mano. “Vamos que trabajaba mucho más que antes y tardé un tiempo en hacerme mileurista, pero era mucho más feliz porque me sentía dueño de mi destino”.

La evolución

A los dos años y medio de andadura, la fábrica de 500 metros se quedó pequeña. Se cambiaron entonces desde Alcorcón a otra de Leganés para albergar equipos de 5.000 litros. En ella trabajan, a día de hoy, un equipo de 20 personas que producen al año 6.000 hectolitros de cerveza para envasar en botella y otros 600.000 litros para barril en sus 15 variedades que van desde los cero hasta los 10 grados de alcohol. La facturación, antes de mazazo del Covid en el canal Horeca, ascendió a un millón de euros en 2019. 

El Club Gourmet de el Corte Inglés, supuso la primera gran superficie en la que entraron a vender y actualmente lo hacen prácticamente en todas. La marca está presente en 6 países, aunque las exportaciones apenas representan en 5% del total de las ventas. 

Lo bueno que tiene es que todos los compradores procedentes de fuera le llegan de motu propio porque David Castro no tiene intención de dedicar un ápice de su tiempo a abrir mercados fuera de España. “Yo siempre he querido ser rey en Madrid, que es mi tierra y mi foco. Hay gente que ha llevado La Cibeles a Tokio, Panamá, México, Finlandia… pero han venido ellos a buscarla, no he salido yo a vender, que la diferencia de coste es muy distinta. Es difícil que cambie mi manera de pensar actual, que sea yo de forma proactiva el que salga vender fuera y montar una estructura de ventas al exterior. Eso llevaría un planteamiento muy distinto al que tengo y sería un animal diferente al que quiero”.

La alianza con Heineken

Uno de los momentos más delicados para La Cibeles como marca fue cuando las empresas cerveceras artesanas empezaron a ser adquiridas por grandes grupos. La Sagra paso a ser propiedad de Molson Coors en 2017 poco después de que La Virgen hubiese pasado a manos de AB-InBev. De la noche a la mañana, los competidores directos de La Cibeles habían pasado a jugar en otra liga.

A David Castro también se le habían acercado inversores, pero ninguno satisfacía sus expectativas. Ahora, ante el nuevo panorama, no podía quedarse de brazos cruzados, tenía que hacer algo para evolucionar y fortalecer la compañía. En entonces cuando se acercan desde Heineken ofreciéndose como inversores. “Creemos que lo que nosotros hacemos es complementario con lo que hacéis vosotros”, fueron los términos con los que arranca una conversación que termina con un 51% del capital de La Cibeles en manos de la compañía holandesa y el 49% restante en manos de los accionistas originales que deciden continuar. 

“Lo que me gustó de Heineken es que se trata de una empresa familiar con la que yo podría modernizar la fábrica pero sin perder la artesanalidad”. La operación se cierra a finales de 2018. Se acompaña de un plan de crecimiento que conlleva una ampliación de las instalaciones y el fortalecimiento de su capacidad de distribución y exportación.

Así se ha mantenido el accionariado de la cervecera madrileña durante estos dos años, hasta que David Castro siente de nuevo hace unos meses la necesidad de sacar los pies del tiesto y hacer cosas nuevas. “Tenía planes nuevos, más radicales, y necesitaba independencia para ejecutarlos de forma ágil. Tuvimos que evolucionar el acuerdo” dice, sin llegar a aclarar cómo se reparte ahora el accionariado de la marca, aunque, parece obvio que han recuperado la mayoría. “Lo único que puedo decir es que seguimos siendo socios y nuestros productos complementarios”.

Los nuevos planes

En cuanto a estos planes que Castro tenía prisa por acometer, algunos están en ciernes, pero otros los ha puesto ya en marcha. Entre estos segundos se halla la apertura, Mad brewing, un restaurante fábrica abierto en Madrid donde además de servir comida fabrican cerveza. Le sirve éste a Castro para hacer las veces de laboratorio donde probar en pequeño nuevas fórmulas antes de trasladarlas a la fábrica de Leganés si ven que funciona.

Para adaptarse a las nuevas tendencias de consumo han lanzado también su primera cerveza sin alcohol y pronto envasarán en lata. Otra novedad que está a punto de ver el mercado es una cerveza artesana especial elaborada con levadura autóctona de Madrid. Es el resultado de 4 años de un estudio de investigación llevado a cabo por el Instituto Madrileño de Desarrollo Agroalimentario para preservar la biodiversidad con el que ellos han colaborado y que ahora van a incorporar a su producción.

La marca será entonces más genuina y madrileña que nunca que es el sueño de David Castro. “Siempre he querido hacer la cerveza de Madrid, convertirme en referente en la ciudad como son los bocatas de calamares, los churros o los buñuelos. Esto no lo monté pensando en que mis hijos hereden ni para dar un pelotazo. Hago cerveza porque me gusta y para queme procure unos ingresos los suficientemente holgados para jubilarme tranquilamente.