Así es como decidieron invertir en la tecnología de los aviones no tripulados para la fotografía aerea, aplicable en los ámbitos de la agricultura, minería, obra civil o ambiental, el sector del que proceden. Los hermanos Bruno y Daniel Portillo se dedicaban a hacer estudios de flora y fauna, de impacto ambiental o proyectos de repoblaciones forestales, pero poco a poco la inactividad iba creciendo.
«Hemos estado trabajando en estos aviones dos años. Gracias a la tecnología hemos llegado a un producto cartográfico de tan alta resolución y cuyos resultados puedes ofrecer a los clientes a tan bajo coste», explica Bruno. Lo que ofrecen a sus clientes -universidades, organismos públicos y empresas privadas principalmente- son fotografías aereas en las que se pueden realizar mediciones, modelos digitales de superficies o planos con curvas de nivel. Aún así, su filosofía es la de la innovación e investigación constantes.
Su punto a favor es que han conseguido que todos los pasos sean muy rápidos y que el coste no sea elevado para el cliente. «Como ejemplo, podemos realizar la topografía de una superficie de 100 hectáreas con alta precisión y resolución en 48 horas, desde que el avión empieza a volar hasta que entregamos el producto», asegura Portillo.
Para ellos no fue sencillo adaptarse a esta tecnología, pero aún así aprendieron de forma autodidáctica en Internet sobre electrónica y aviónica para desarrollar los aviones y aprendieron por su cuenta a pilotarlos. Esperan una facturación de 30.000 euros para el 2013 y ampliar su mercado con una nueva cámara de infrarrojos que están desarrollando. «La coyuntura económica hace que no despeguemos como nos gustaría, pero la aceptación de momento es muy buena».