Su contacto con clientes extranjeros –principalmente empresas– que demandaban un trato más directo y cercano, les hizo ver la necesidad de ofrecer servicios jurídicos “más dinámicos y amplios que los de los abogados tradicionales”, señalan Miriam Roig y Pablo Boyer. Esta idea les llevó a abrir su propio despacho jurídico, dedicado a prestar asesoramiento societario-mercantil, contractual, civil y fiscal. “ Prestamos servicios en un ámbito que va más allá del estrictamente legal, pues ayudamos a nuestros clientes a conseguir sus objetivos poniendo todos los medios que están a nuestro alcance dentro de un entorno que se acerca más a la consultoría, que nosotros denominamos coaching legal, que el estrictamente jurídico. De este modo, el cliente obtiene asesoramiento legal, prevención de las situaciones de riesgos y planificación de estructuras favorables para evitarlas”.
Con una inversión de unos 40.000 euros, Boyer y Roig quieren romper con la idea formalista que se tiene de los abogados y pretenden posicionarse en el mercado como asesores a los que se acuda en busca de consejo en todas las gestiones que se vayan a desarrollar.
En 2008 facturaron 200.000 euros y, para este año, las previsiones apuntan a los 300.000.