Cuando era pequeño, a Amir Asor no se le daba bien el colegio. Aunque el problema, más que suyo, era de un sistema educativo estricto, incapaz de adaptarse a las necesidades educativas de los alumnos. Tras terminar sus estudios universitarios –le costó un par de años más de lo que establece el currículum–, Asor invirtió 50.000 euros para fundar, en 2008, Young Engineers, una empresa que ayuda a los niños a entender complejas nociones de matemáticas y física.
Reaprender
“Me di cuenta que los kits de Lego que se usaban como soporte educativo en los colegios se utilizaban de una manera ineficaz. Las instrucciones eran tan complicadas que empecé a reescribir los manuales para adaptarlos a las necesidades individuales. Nuestros instructores explican a los alumnos un concepto y luego les dan un kit de Lego, especialmente adaptado al concepto que se está enseñando y a las habilidades intelectuales de cada niño. Usando estos kits, que manufacturamos, los niños ponen en práctica lo que han aprendido y lo retienen mejor”, explica. En realidad, “los niños son más listos que los adultos; lo que hay que hacer es enseñarles de la manera que mejor aprenden: jugando”.
Las clases que imparten son reducidas, como máximo 15 niños, duran 45 minutos y, desde que empezaron en 2008, han pasado de tener 100 alumnos matriculados a más de 2.000 en 120 aulas. La idea de Asor es la de exportar su programa y ya está manteniendo conversaciones con el Ministerio de Educación Israelí para tratar de incorporar su método al currículum nacional. Tiene previsto finalizar el año con unos ingresos de 2,2 millones de euros.