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El poder comercial de la trazabilidad

Es un valor comercial en alza. Cada vez son más las empresas que se esfuerzan en aplicar la trazabilidad  como valor añadido a los productos y servicios que ofrecen en ...

25/10/2017  Redacción EmprendedoresGestión

“La trazabilidad de producto consiste en un conjunto de medidas, acciones y procedimientos que permiten registrar e identificar cada producto desde su origen hasta su destino final”. Esta es la definición de la trazabilidad que ofrecen en quadralia, compañía que diseña sistemas que permitan garantizar la trazabilidad de los productos mediante los últimos estándares e innovaciones en la materia.

Se trata de rastrear un producto desde el momento en el que se seleccionan las materias primas hasta llegar al cliente final, incluyendo la logística. El concepto, que empezó aplicándose sólo a productos, especialmente en la industria agroalimentaria, se ha hecho extensible a casi todos los sectores económicos y se ha convertio en baza que aprovechan muchas compañías para distinguirse de la competencia y presentarse con un valor añadido.

Habitualmente se habla de tres tipos de trazabilidad: la ascendente, que pone el foco en la materia prima o los proveedores; la interna, que atiende a los procesos dentro de la empresa, y la descendente, que hace un seguimiento de los productos ya circulantes en cuanto a destinos y clientes. Las exigencias actuales tienden a integrar las 3, especialmente en aquellas compañías interesadas en exportar bajo este concepto.

Relacionado con el ecologismo, el impacto medioambiental y en la economía local, el consumo responsable y hasta con la defensa de los derechos humanos, el concepto de la trazabilidad es uno de los argumentos más poderosos que esgrimen actualmente aquellas empresas que se autoproclaman ‘con valores’ y una una de las principales corrientes del marketing actual.

Un criterio que impone la demanda

Fue en el sector agroalimentario donde primero se impuso, de manera taxativa, la trazabilidad a raíz de la crisis de las vacas locas. Ahora, aunque no siempre sea por percepción legal, son muchos los agricultores y ganaderos que se acogen a ella. En ello han visto oportunidad de negocio empresas como Nostoc Biotech, fundada por Enrique Cat y Guillermo Herrero, para la fabricación y comercialización de biofertilizantes para la agricultura. El objetivo es “racionalizar un sector completamente saturado de químicos”, dice Enrique Cat. Aunque Nostoc es todavía una empresa pequeña, sus principales consumidores son los agricultores nacionales que desean exportar productos al norte y centro de Europa. “En España no ha aumentado tanto el consumo como la producción ecológica obligados por la demanda de otros países que exigen el certificado de cultivo responsable para comercializarlos en sus mercados. Todos los que quieren exportar a Europa están asumiendo estos hábitos de sostenibilidad y transparencia”, asegura Cat.

Enmarcadas también en el sector agroalimentario pueden citarse ejemplos de empresas como las de Farmidable, que ofrece sólo productos de temporada adquiridos a productores de la zona o Mercatrace, que anuncia su compromiso de “ayudar a todas las empresas del sector agroalimentario a aplicar correctamente la trazabilidad alimentaria”.

El nuevo mundo de la moda

También proliferan ejemplos de demanda responsable en el sector de la moda. Uno de los más llamativos es We don’t kill animals, una marca de moda impulsada por Susana Jiménez. Toda una declaración de intenciones donde se afirma que no hace falta matar animales para vestir con elegancia. “Hemos descubierto que hay un montón de gente con esta mentalidad”, aseguraba Jiménez.

Más popular es el caso de la emprendedora social y premio Ashoka María Almazán, fundadora de Latitude . María está revolucionando la industria de la moda con un sistema abierto y escalable que se implementa en cada fase de la cadena de valor para fomentar la sostenibilidad de la producción textil y de su consumo a un coste asequible. María trabaja ya con numerosas marcas europeas entre las que caben citarse Inditex o C&A y ha creado una red de 5 fábricas en Galicia y 1 en Madrid.

Guadalupe García Jerez, impulsora de la marca de moda sostenible Carpediem, entiende, no obstante, que todavía resulta complicado hacerse hueco en el mercado con estas propuestas. “El principal problema de hacerlo viable es la alta competencia frente al consumismo desmesurado y los bajos precios de grandes marcas que asfixian muchas veces este tipo de alternativas tan necesarias, al igual que el alto coste que supone adquirir una materia prima orgánica, por ejemplo, a la pequeña/mediana empresa de moda slow, lo que a su vez obliga a subir el precio del producto, si a esto le añadimos el producir de una forma ética sigue sumando costes…Por tanto es importante que el consumidor tome conciencia de que ese precio de más que está pagando, en realidad aporta valor”, dice.

Sanidad y farmacia

Junto al de la alimentación, la sanidad y la industria farmacéutica son los sectores donde más fuerte ha arraigado el concepto de trazabilidad como propuesta de valor empresarial. En el seguimiento de los pacientes y las respuestas personalizadas a los tratamientos farmacológicos, hallaron la idea de negocio Pablo Pantaleoni y Jacob Suñol, fundadores de Medtep
También muchos centros hospitalarios han incorporado sistemas de trazabilidad que se traducen en mecanismos de control y seguridad. En esto, la empresa valenciana Mysphera destacó por su trabajo en la automatización de la trazabilidad apoyada en la digitalización. “Ahora se hace trazabilidad de todo, de medicamentos, hasta del equipamiento de los pacientes en algunos lugares, incluso de los profesionales, todo se traza dentro de los hospitales”, decía Salvador Vera, CEO de Mysphera en un foro médico.

Redacción Emprendedores