En el libro “El 8º hábito. De la efectividad a la grandeza” de Stephen Covey se cita una historia que el autor atribuye a JoAnn C. Jones y que ilustra a la perfección la idea clave es este capítulo.
Cuenta esta anécdota, como estando la protagonista respondiendo con facilidad a las preguntas de un examen, leyó la última: ¿Cuál es el nombre de pila de la mujer encargada de la limpieza del centro? Pensó que se trababa de una broma. Aunque había visto a esa mujer mil veces, ¿Cómo iba a saber su nombre? Así que entregó el examen en blanco. Antes de que acabara la clase, un alumno preguntó si la última pregunta contaría para la calificación de la prueba. El profesor contestó “Por supuesto. En vuestra carrera conoceréis a muchas personas. Todas son importantes. Merecen toda vuestra atención aunque todo lo que hagáis sea sonreír y saludarles”.
Esto me recuerda algo que me dijo un profesor de la Universidad: “Si quieres ser relaciones públicas, tendrás que llevarte bien con las secretarias y las recepcionistas. La mayoría de las personas no les prestan ninguna atención pero ellas son las únicas personas de las empresas que hablan con todo el mundo y que normalmente están al tanto de todo lo que pasa”.
Hace algunos años descubrí el concepto de networking. Me dejó impresionado la utilidad del mismo. Fue a mi paso por el gobierno municipal de Londres, que había dispuesto varias organizaciones cuya única finalidad era precisamente promover el networking. Espero impaciente el día en el que esto acabe por llegar a España. Aunque lo cierto es que no es fácil definir qué es el networking, supongo que es algo así como el arte por el que diferentes personas se ponen en contacto y estimulan sus relaciones para generar oportunidades. Supongo que si ya es emprendedor lo habrá observado, pero lo cierto es que la mayoría de las oportunidades de negocio aparecen entre personas que o se conocen directamente o tienen un conocido en común.