Hace apenas seis meses, en el mes de mayo, Quibi lanzaba una plataforma que prometía competir de tú a tú con Netflix en los dispositivos móviles. A través de series cortas pensadas para reproducirse en streaming a través de los teléfonos, el proyecto consiguió recaudar unos 1.520 millones de euros (1.800 de dólares) en su primera ronda de financiación, y sumó 1,5 millones de usuarios activos durante sus primeros tres meses de vida.
«Hemos llegado a regañadientes a la difícil decisión de cerrar el negocio, devolver el efectivo a nuestros accionistas y despedirnos de nuestros colegas. Queremos que sepan que no abandonamos esta idea sin luchar», fueron las palabras elegidas por Quibi para despedirse de sus inversores, muchos de ellos grandes de la industria audiovisual como Disney, Alibaba, Fox, Sony o Warner Media.
El eje central de la compañía se basaba en un formato de series cortas, pensadas para reproducirse en las pantallas de un smartphone en lugares como el transporte público, las horas de la comida o los descansos del trabajo. El modelo de negocio de Quibi, sumado a unos inversores de peso, también llamó la atención de grandes directores de la industria audiovisual estadounidense, como Steven Spielberg o Guillermo del Toro. Además, la compañía dedicó gran parte de su presupuesto -hasta 64 millones de dólares- a lanzar una gran campaña de publicidad, que pudo verse en espacios de primer nivel, como los Oscars o la Super Bowl.
Aunque las cifras durante sus primeros meses de vida, 5,6 millones de descargas y 1,5 millones de usuarios activos, eran prometedoras, quedaban muy lejos de las previsiones de Quibi para poder garantizar la sostenibilidad del proyecto. En este sentido, la compañía fundada en Los Ángeles esperaba conseguir 7 millones de usuarios y unos ingresos de 250 millones de dólares en 2020.
Las claves del fracaso de Quibi
Los expertos identifican el formato como causa principal del fracaso de Quibi. «Su error fue pensar que el teléfono móvil era un televisor», han comentado algunas voces autorizadas en los medios de comunicación estadounidenses. Siguiendo en esta línea, la compañía tecnológica no fue capaz de hacerse un hueco en un mercado, el del entretenimiento móvil, que tiene a otras plataformas -TikTok, Youtube…- como líderes absolutas.
Por otro lado, el teletrabajo y los confinamientos surgidos de la pandemia también han perjudicado la viabilidad de Quibi. Mientras su negocio dependía de la vida fuera de los hogares -desplazamientos, pausas durante la jornada laboral, viajes…-, su público objetivo permanecía cada vez más en sus casas, donde el consumo audiovisual puede hacerse directamente en las televisiones. Y, en esto, Netflix es el rey.
De momento, parece que la idea de Quibi tendrá que esperar. Bien sea por encontrarse en el lugar y el momento equivocados –otras historias de proyectos fracasados, como General Magic, le dan un voto de confianza– o por no haber sabido desarrollar un buen proyecto, la compañía debe gran parte de su desgracia a los hábitos de consumo derivados de la pandemia.