Nuestros cálculos están ajustados al milímetro. La clave está en la negociación con los proveedores y en que no tenemos stock. Toda nuestra empresa cabe en 120 metros cuadrados. Y punto. Todo lo demás: almacenaje, distribución… está externalizado. Al no estar atenazados por unos elevados gastos fijos, no tenemos que cargar el producto con un margen elevado, como haría una empresa que tiene que hacer frente a un elevado stock o un almacén. Para que te hagas una idea, eso puede encarecer el producto entre un 10% y un 20%. Si lo vendes en 15 días o un mes, si tienes stock y almacén, te sale más rentable, pero si no… ¡es una ruina! Eso, por un lado. Por otro, aunque no es un producto fresco, sí es perecedero: lo que gusta hoy puede no gustar dentro de seis meses. Y ese producto ya no se puede vender ni por el precio de coste. Por eso mi recomendación es evitar cargar innecesariamente el precio de tu producto con costes fijos en los que no necesitas incurrir”, explica Alberto Torres, co-fundador de este negocio.
Precio transparente
“Antes no se podía competir porque no se sabía cuánto costaban los productos y había vendedores que cargaban el 150%. Con Internet, esto ha cambiado. También te ayuda a que se valore tu producto. Nosotros ofrecemos un mejor servicio [transporte y montaje] y un producto de calidad. Además, si consigo un artículo más barato, lo ofrezco más barato. Trato de vender más, no de sacar más dinero vendiendo menos. En el sector bajo, se marca bajo. Y en el sector medio alto, se marca muy alto. Nosotros hemos ido a una gama media-alta con márgenes competitivos. Y no hemos tirado precios”.