Seguro que alguna vez has sentido miedo en tu vida profesional o has tenido que enfrentarte a situaciones de incertidumbre que te han causado una emoción negativa que puede ir desde el temor al pánico, dependiendo de su grado de intensidad.
Muchos de estos miedos son “tus” propios miedos. Otros, te llegan de tu entorno más inmediato: el miedo al jefe, a tus compañeros, a las personas que te rodean. Y también están los que te llegan de fuera de la empresa: el miedo a la competencia, a las duras exigencias del mercado, a perder clientes, a no disponer de financiación para tu negocio…
¿Miedo yo?
Negar los miedos no es muy inteligente; lo inteligente es aprender a gestionarlos. Y para eso, es fundamental aprender a identificarlos. Se recomienda un ejercicio sencillo: “Hablar abiertamente de esos miedos. Hacerlo en voz alta y ponerlos por escrito. De esta forma resulta más fácil estructurar los miedos y la forma de superarlos. En definitiva, debes obligarte a transformar tus sentimientos y tus miedos en palabras; esto te ayudará a comprenderte a ti mismo”.
Una vez identificados, empieza a gestionarlos paso a paso:
Enfréntate a ellos. Aceptar los miedos es aceptar algo que no te gusta, pero a lo que tienes que hacer frente, si quieres desarrollarte personal y profesionalmente. En este punto, el mayor problema para superar tus miedos es que debes enfrentarte a ti mismo y a los demás.
Miedo a la incertidumbre. El miedo a la incertidumbre surge cuando tenemos que hacer frente a un riesgo que no conocemos.
El primer paso para gestionar la incertidumbre, es reducirla a un miedo asequible; y si es posible, a una preocupación.
Actuar contra el miedo. La acción elimina el miedo. Si el miedo se basa en la incertidumbre, es decir, en el desconocimiento de lo que puede pasar, cuanto antes actúes, antes podrás intervenir en el resultado de esa incertidumbre y antes podrás atajarla. Podrás acertar o equivocarte, pero saldrás de dudas y controlarás el proceso con más garantías que si no actuases. Si no actúas, siempre te quedará la duda de qué habría pasado si lo hubieses hecho.
Miedo al miedo. No hay gestión sin que surja algún tipo de miedo; el miedo es un fantasma que siempre está ahí. La peor forma de superarlo es no defenderse, esconderse, agazaparse. El miedo se gestiona de frente, mirándolo a la cara. El miedo que evitamos genera una duda vital; el que afrontamos, muere en segundos.
Los miedos del empresario
Abordar un proyecto empresarial siempre genera miedos. Sobre todo, porque te juegas tu dinero. Luego esos miedos dependen mucho del tipo de negocio. En un negocio como el e-commerce, con un mercado en nebulosa y en el que continuamente salen piratas que lo distorsionan, el miedo es fuerte. Pero también es mucha la ilusión. Lo que permite superar ese miedo es la capacidad de crecimiento del mercado y el buen conocimiento del sector.
Miedo a la responsabilidad. Cuando eres empresario, la responsabilidad es infinitamente mayor que cuando eres un ejecutivo. Cuando trabajas para otros, sabes que, si lo haces mal, te echan. Pero, si lo haces mal ahora, el resultado será el final de la empresa. La forma de vencer el miedo a esa responsabilidad es tener mucho tesón y una firme creencia en el proyecto que lideras.
Miedo a innovar. El empresario que se juega su dinero suele ser una persona con una fuerte aversión al riesgo, precisamente por eso: porque se juega su dinero. Y eso se convierte a veces en una trampa mortal, porque no toma las decisiones estratégicas que debe tomar. El único antídoto para vencer ese miedo es otro miedo: el miedo a quebrar. Cuando el empresario entiende que el paso siguiente de no innovar es, irremisiblemente, la quiebra, entonces no le queda más remedio que vencerlo.
Miedo a ir a pecho descubierto. El ejecutivo tiene el respaldo financiero de un grupo industrial, que te salvaguarda en momentos críticos. Cuando pasas a ser propietario, vas a pecho descubierto, sin respaldo económico ni financiero. Eso te obliga a desarrollar un sexto sentido; te haces más listo, te mueves con más ratonería, en el mejor de los sentidos.
Miedo a dar el salto
Los miedos que atrapan a quienes están pensando en emprender son muchos:
A caminar solo. Es el gran miedo: salir del calor de una empresa al frío de la calle, a poner en marcha un proyecto, una idea, un negocio, partiendo de cero y teniéndose que enfrentar a un mercado duro. Al principio, no dispones de una gran infraestructura. Aprendes a golpes. El miedo debe ser una palanca para emprender: es el reto. Y se supera con autoconfianza, beligerancia e ilusión.
Al primer cliente. Un emprendedor sólo tiene que tener un miedo, que es el de no hacer el primer cliente. Para superarlo, hay que tener en cuenta que el capital emprendedor que tiene una persona es la credibilidad que le atribuyen los demás. Si eres capaz de ganarte esa credibilidad podrás comenzar a caminar. Luego, se trata de seguir caminando y no defraudar a los que creyeron en ti.
A no depender de un sueldo. Trabajas en una empresa, estás acostumbrado a recibir tu nómina y crees que no podrás vivir con el miedo de no saber si llegarás a fin de mes o si podrás pagar la hipoteca. ¿Cómo se supera? Atando cabos antes de dar el paso. Planifica al milímetro el negocio y, sobre todo, hazlo de forma realista. No vale el cuento de la lechera. Los principios serán duros. Asúmelo, replantéate todos tus gastos personales y suprime los que no sean necesarios.
A fallar. El que tiene vocación de emprendedor, no quiere hacerse rico y vivir de las rentas; el emprendedor es aquel que no sólo se juega su dinero, se juega su autoestima, su ilusión.
Por eso, para el emprendedor fallar es mucho más que perder el dinero que arriesgó en el proyecto. Para vencer este miedo, lo mejor es recordar una máxima de Churchill: “El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. Te ayudará a levantarte del suelo y seguir en el empeño.
Los temores del emprendedor
El primer miedo del emprendedor, y el más recurrente, es el miedo a la falta de dinero. La clave para evitarlo es no tener costes muy elevados. Invertir el mínimo al principio.
A no dar la talla. El siguiente, es el miedo a no dar la talla. Aquí juegas en Primera División y al mercado no le importa que seas un modesto emprendedor; quiere que le des el mejor producto o servicio al mejor precio. Para que no nos paralice, tienes que recordar que si sales al campo acomplejado, pierdes. Hay que salir a ganar y no decir nunca que “no” a un cliente”.
A no tener capacidad financiera. A menudo se da la paradoja de que las empresas pequeñas tenemos que financiar a las grandes; adelantas un dinero para prestar un servicio que sólo cobrarás 90 ó 120 días después y eso, según de qué cantidades hablemos, da mucho miedo. Es obvio que el miedo a no tener dinero se supera con dinero. Pero, si no dispones de la suficiente liquidez, la única solución es buscar fórmulas de financiación. Y aquí empiezan otros miedos: el miedo a los bancos, a renegociar con tus proveedores los plazos de pago…
Los miedos del empleado
Muchos dicen que estamos llenos de miedos y que el éxito profesional y personal depende de si eres capaz de sacudírtelos:
A implicarse. Al trabajador un día le dicen que es una inversión y, al siguiente, que es un gasto a recortar. Ante esto, muchos trabajadores optan por no implicarse porque temen que, si lo hacen y les echan, el engaño será doble. ¿Cómo actuar? Lo importante es no dejarte manipular. No debes sentirte el pilar sobre el que se asiente la compañía, pero no implicarse no es la solución; al contrario, te convierte en carne de desempleo.
A asumir responsabilidades. Pueden darse dos situaciones: que no las asumas por miedo a equivocarte o porque consideras que no te pagan por decidir. Si no las asumes, muestras una actitud pasiva que no gustará nada a tus jefes. No se trata de que gestiones la compañía pero si que hagas tu trabajo sin preguntar todo el día qué tienes que hacer y qué no.
A dejar de valer. Tiene mucho que ver con la pérdida de facultades por los años o por los cambios tecnológicos, si no nos hemos mantenido al día. La solución es mantener una actitud de abierta y aceptar los cambios.
A hacerse valer. Es el miedo a las luchas que vamos a encontrarnos en nuestro camino profesional, a enfrentarnos con depredadores, casi siempre agresivos, que se olvidan de nuestras legítimas aspiraciones y que quieren que sólo seamos el papel que previamente nos han asignado. A mucha gente, este bailar con lobos le desanima. Para otros, más que un miedo es un estímulo. Vencer este miedo también es vital. Tiburones y lobos hay en todas las empresas.