Mateo Blay estudió Ingeniería Agrícola. Era un buen estudiante, pero con mucha imaginación, por lo que sus profesores le recomendaron que dirigiese sus pasos a la investigación. Y eso fue lo que hizo. “Empecé en un centro de investigación del sector primario. Allí sólo podía sacar una idea al año porque el desarrollo científico es así, y a mí se me quedaba corto. Yo necesitaba sacar cosas nuevas constantemente y así fue como acabé en el mundo de la comunicación. No fue un salto mortal, fue más bien una derivación lógica”, señala. Y creó, junto a otro socio, Agropubli el germen de lo que luego sería el Grupo AGR que hoy preside y la primera empresa de publicidad especializada en el sector primario. “Por aquel entonces yo no tenía ni idea de en qué consistía la actividad publicitaria así que durante los primeros dos años me empapé de toda la información que caía en mis manos. Empecé con Kotler y acabé con Porter, especializándome en estrategia.” Después ya adquiriría conocimientos más profesionales a través del PADE del IESE en Publicidad, Márketing y Comunicación.
Para Blay, la gran ventaja de no ser un especialista en el sector “es que no tienes ningún condicionante previo, no tienes ese freno de ‘eso no se puede hacer así porque nunca se ha hecho así’, con lo cual no tienes límite y siempre estás innovando. La otra gran ventaja es que crees que nunca sabes lo suficiente y siempre estás estudiando, lo que te permite convertirte en el mayor experto en la materia”. Por eso recomienda tener “un poco de sensatez, para invertir en formación, y humildad para saber rodearte de expertos. En mi caso, yo me considero un gestor fatal, pero tengo un buenísimo director general que impone calma y orden. Yo siempre digo que un buen empresario necesita tener una buena mujer y un buen equipo directivo”, concluye.