En el mundo 2.0, para que una marca entre en la categoría de lovemarks debe permitir interactuar con ella, establecer un proceso de cocreación. Un ejemplo es Puma, como nos recuerda Saracco: la marca deportiva permite diseñar su propia zapatilla y se compromete a hacer sólo 200 pares que distribuirá en el resto del mundo, con lo cual difícilmente vas a encontrar a otra persona con tus mismas zapatillas. Otro ejemplo de cocreación son las primeras 500 unidades de Fiat 500 que podían personalizarse al máximo a gusto del consumidor. Este tipo de estrategias hacen que el usuario sienta la marca como propia, porque le permite afianzar sus propias señas de identidad.
Una pyme tiene más difícil, a priori, este apartado, pero puede fomentar el diálogo con sus clientes a través de todos los instrumentos a su alcance (redes sociales, blogs, chats) o a través de reuniones. “La pyme tiende a ser autista y ha de tener el atrevimiento y la valentía de establecer diálogos con sus clientes”, sentencia Saracco.
En la cocreación, el pequeño y mediano empresario siempre puede jugar con un catálogo de productos o servicios combinables por parte del cliente. En el ejemplo del restaurante, la interacción y la cocreación puede traducirse en ofrecer combinaciones de menús degustación para que el cliente elija entre diferentes opciones. Sería como un clásico menú del día, pero de forma más exclusiva.