‘El negacionismo económico’
Pierre Cahuc y André Zylberberg están convencidos de que en la era del big data, «la economía se ha convertido en una ciencia experimental no muy distinta a la biología, la física, la medicina o la climatología. Como todas ellas, la ciencia económica debe hacer frente al negacionismo, la tesis que sostiene que la economía no es otra cosa que un gran fraude perpetrado en favor de oscuros intereses de la élite».
«Los mayores negacionistas del carácter científico de la economía son los intelectuales de izquierdas. Con frecuencia, éstos tienen una idea falsa de lo que es el análisis económico y, convencidos de que sólo sirve a las clases dominantes, se niegan a interesarse por él. Aunque afirman que su último fin es defender a los más desfavorecidos, se oponen a las medidas económicas que más contribuirían a mejorar sus condiciones de vida», plantean.
«Sin embargo, estos intelectuales no son los únicos críticos con la ciencia económica. Los grandes empresariostambién suelen serlo, porque si bien afirman constantemente que ellos son quienes generan riqueza y empleo,se oponen a cualquier medida que amenace con reducir sus beneficios, lo cual a menudo perjudica a los consumidores y a la creación de empleo. Y, además, son especialistas en convencer a las autoridades públicas de la necesidad de obtener ayudas y de que se limiten competencias que podrían perjudicarles», continúan.
«El negacionismo económico no acaba ahí, está por todas partes y restringe las posibilidades de crecimiento y prosperidad para todos. Combatir esta actitud no es aceptar, sin embargo, los dogmas del sistema liberal o someterse a los mercados financieros», concluyen. Como demuestra de manera combativa, «se trata más bien de asumir que hoy la economía funciona como cualquier otra ciencia, con un método propio de las ciencias experimentales, y que rechazar sus conclusiones por motivos ideológicos es una necedad».
‘Gracias por llegar tarde’
“Todos lo percibimos: algo importante está sucediendo. Se advierte al hablar con nuestros amigos y familiares, lo vemos en nuestro puesto de trabajo, es patente al leer el periódico, ver las noticias o acceder a las redes sociales. Nuestras vidas están siendo alteradas en muchos sentidos de manera simultánea y produce vértigo”, asegura Thomas L. Friedman en su nueva obra Gracias por llegar tarde (Deusto).
Friedman expone los movimientos tectónicos que están transformando el mundo. Para entender el siglo XXI hay que conocer las tendencias más importantes que operan ahora mismo en el planeta: la tecnología, la globalización y el cambio climático. Las tres se están acelerando, y esa aceleración está cambiando por completo la naturaleza del trabajo, la política, la geopolítica, la ética y la comunidad.
“Hace justo una década se produjo el gran punto de inflexión. Además del lanzamiento del iPhone, se produjeron grandes avances en los chips de silicio, el software, el almacenamiento y el trabajo en red, lo que creó una nueva plataforma tecnológica que está transformando desde la manera en que cogemos un taxi hasta el destino de nuestros países o nuestras relaciones más íntimas. Todo ello nos está ofreciendo nuevas oportunidades para salvar el mundo pero también para destruirlo”, plantea, de partida.
Por un comercio mundial ético (Deusto): El libre comercio puede devenir en una condena: es necesario un comercio ético
Christian Felber, autor del bestseller La economía del bien común, asegura en su nuevo libro que «si bien el comercio es beneficioso en muchos casos y la protección resulta con frecuencia conveniente, esto no implica que la obsesión con el libre comercio o el proteccionismo tenga sentido. Más bien, se trata de dos posturas extremas que convierten en fines absolutos objetivos que, en su justa medida, son razonables».
«En la actualidad, la opción que impera es la del libre comercio, tanto en la realidad económica global como en la ideología de los economistas. Y esto ha degenerado en una obsesión neurótica por comerciar cada vez más, al coste que sea. Los que se benefician de esta situación absurda son empresas multinacionales cada vez más poderosas que, gracias a su influencia y la de sus lobbies, consiguen que se imponga el derecho mercantil por encima del respeto a los derechos humanos, la protección del medio ambiente y la diversidad cultural», apunta.
«Sin embargo, bien entendido, el comercio podría contribuir al «bien común», que además de la economía abarca los objetivos de desarrollo y sostenibilidad, la defensa de los derechos humanos, y otros aspectos, como la protección de las culturas indígenas o la diversidad biológica. Porque el éxito económico se debe medir en función de su contribución al logro de los objetivos de los Estados democráticos y la comunidad internacional, no con cifras abstractas como el PIB, una herramienta claramente insuficiente para medir y valorar el verdadero bienestar de los ciudadanos», advierte.
Por un comercio mundial ético es un libro exhaustivo, ágil y ponderado sobre el comercio mundial y, al mismo tiempo, una profunda reflexión sobre cuáles son los valores que deberíamos anteponer a la obsesión por el crecimiento de la actividad económica. Y, por esa misma razón, constituye una ferviente defensa de una verdadera democracia, una democracia soberana cuyo poder no esté concentrado en las grandes empresas, los medios de comunicación, los grupos de presión y las élites políticas.