Con la entrada de la moneda europea única, asistimos a un redondeo de los precios que implicó, en términos globales, un encarecimiento del mercado. Ahora es probable que asistamos a un segundo episodio de esta naturaleza, pero a menor escala. Eladi Ferrer señala que, en determinados casos, los aumentos quedarán camuflados “bajo estrategias de redondeo de precios al alza”. Y más en concreto señala a los artículos de valor absoluto más bajo. Si hablamos de un café que cuesta 1,40 euros, es más factible que se cobre a 1,45 antes que a 1,42. Ahora bien, esto es un arma de doble filo. “Puede ocurrir que no todo el mundo se sume a esta corriente; entonces, los que sí lo hayan hecho se quedarán en una posición frágil frente a los consumidores”.
Según Juan José Muñoz, el fenómeno sólo se dará en aquellas referencias donde la compañía eleve más el precio que la propia subida impo-sitiva, “en contraprestación a otros productos que no tocará”. En su caso, han optado por algo intermedio. Sólo modificarán el precio en el servicio de uñas de gel (“el más emblemático”), desde 42,5 a 43 euros, no a los 43,35 que supondría aplicar el 2%. “Elegimos un precio comercial que conlleva repartir el incremento entre empresa y comprador”, apunta.
En línea con esta última táctica, Boehm aboga por jugar con los precios comerciales, pero sin recurrir al redondeo. Cojamos un artículo que cuesta 1,8 euros. Quizás lo inteligente sea subirlo, no a 1,83, sino a un más atractivo 1,99. El objetivo, en definitiva, es moldear los números en nuestro beneficio.
¿Y qué ocurre con artículos más caros? El razonamiento cambia, como explica Ferrer. “En una televisión de plasma que se vende a 595 euros, el radio de acción se reduce, ya que la barrera psicológica para el consumidor se sitúa por debajo de los 600 euros”. En este sentido, negociar con cualquier cifra superior nos resultará muy complicado.
