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España traslada la fiebre inmobiliaria al metaverso. Somos los que más terrenos virtuales compramos, después de EE.UU.

Ni obras de arte NFT, ni conciertos de música ni eventos deportivos, parece que lo que más les gusta del metaverso a los españoles es la posibilidad de comprar terrenos, ...

02/02/2022  Ana DelgadoGestión

Parece que el mundo de metaverso va por dos caminos. Están, por un lado, aquellos que opinan que, mientras Elon Musk conquista o no Marte, el futuro del planeta pasa por terminar viviendo en una especie de videojuego global. Por otro lado, están aquellos que creen en la fusión del mundo físico con el virtual, un escenario nuevo en el que las posibilidades de consumo se multiplican por dos. En esta versión, tanto puede tu avatar adquirir artículos digitales como, por ejemplo, recibir un impacto publicitario de McDonalds y desde ahí mismo hacer el encargo para que te lleven el McMenú a casa.

Es esta segunda interpretación del metaverso donde empieza a moverse el mercado y a desembarcas las marcas. Basándose en el uso de tecnologías como el blockchain, la realidad aumentada y la mixta, surgen empresas que crean entornos virtuales que trasladan a los usuarios a un mundo en el que su avatar puede conducir ese lamborghini que la vida real le niega o convertirse en multipropietarios.

The Sandbox, Decentraland, OVR o la española Uttopion, son algunas de esas empresas que están creando su propio metaverso para ponerlo a la venta. Aunque la dos primeras son las que mayor tracción global han generado hasta ahora, una de las que más éxito tiene en España es OVR.

El monopoly de los OVRLands

OVR es un metaverso de Realidad Aumentada (AR) de código abierto desarrollado en Italia haciendo uso de la blockchain Ethereum.  La diferencia de otras plataformas similares el hecho de que posibilita experiencias interactivas en la vida real a través de un teléfono móvil.

Han creado su propio token, OVR, los cuales, además de poder transformarlos en dinero real, permiten a los usuarios de su metaverso comprar parcelas: OVRLands. El metaverso de OVR cubre todo el planeta y han dividido el mapa del mundo en 1,6 billones de hexágonos únicos, cada uno de los cuales equivale a un extensión aproximada de 300 metros cuadrados.

Cada equis tiempo, en el marketplace del juego, se saca a la venta un hexágono con un sistema de subasta y el que más dinero ofrece -en este caso token OVR- se la queda, una vez transcurridas 24 horas sin que nadie más puje por ella. Obviamente, aquellas calles más céntricas y las más transitadas del metaverso son las más cotizadas. 

De la posesión queda constancia en un contrato inteligente (smart contract) que da fe de que eres propietario en exclusiva de esa parcela virtual y beneficiario de los derechos de su propiedad. Tanto puedes ponerla a la venta de nuevo cuando crezca el valor del token, como cobrar licencias de alguien que quiera montar un negocio en tu hexágono, como organizar una carrera ciclista en el barrio o montar una valla publicitaria. Aquí, las diferencias con el mundo real son escasas.

El ‘furor’ inversor en España

Como se indica en su página web, el precio base de las parcelas es de $10, pudiendo llegar a un máximo de $100 en zonas muy demandadas. Esto en el mercado primario, en el secundario es otra cosa.

Y es en la compra de estas parcelas donde España se distancia de todos, excepto de Estados Unidos, habiendo adquirido, a fecha de 24 de enero de 2022, un total de 77.000 OVRLands de los, aproximadamente, 1.500 millones que nos corresponden como país. Nos precede solamente Estados Unidos con, aproximadamente, 136.000 OVRLands vendidos.

Unas cuentas propiedades en Vigo y otras en Madrid

Antonio Comesaña Míguez es uno de esos propietarios de OVRLands en España. Experto en blockchain y presidente de Agalbit ht, una asociación sin ánimo de lucro cuyos socios aspiran a fomentar el conocimiento en tecnología blockchain e internet de las cosas, Comesaña no acaba de ver muy claro el futuro del metaverso. Ello no quita para que disponga ya de algunos OVRLands ubicados en las calles más céntricas de Vigo -su ciudad residencial-, incluido el parque en el que juega con sus hijos, y otras cuantas parcelas virtuales en Madrid.

En total, se habrá gastado, junto a otros tres compañeros, unos 30 dólares en la compra. Cuenta que él se enganchó porque, en principio, le parecía muy divertido. En OVR, el usuario no elige los contenidos. Son ellos quienes ofrecen experiencias y la que aplicaron para promocionar los OVRLands fue similar a la de Pokemon Go. Escondieron tesoros virtuales por las calles y aquellos que los encontraban recibían como recompensa algunos token OVR gratuitos. Luego acabó el juego de los cazadores de tesoros y hubo que empezar a pagar.

No obstante, reconoce Comesaña que, además de curiosidad, lo suyo obedece a una apuesta especulativa. Proveniente del mundo de la empresa, es consciente de que España, con tantas zonas turísticas, puede ser un aliciente para atraer inversiones virtuales en este terreno. De momento, la intención es dejarlo todo ahí por si acaso algún día suena la flauta aunque, por el momento, “ni de broma me atrevo a ponerle fecha al día que el metaverso se pueda convertir en realidad”, asegura. Lo que está claro, es que al hablar del metaverso, surgen todavía más interrogantes que respuestas.