Cuando Álvaro Castells comenzó a jugar al golf, jamás pensó que se convertiría en todo un referente, aunque no por su handicap, sino por democratizar su caro equipamiento. Por casualidad, descubrió que adquirir un equipo a través de Internet en Estados Unidos resultaba un 50% más barato y con una relación calidad-precio excelente. Así, con una inversión de 200 euros en publicidad y usando el trastero de su casa como almacén, en 2002 comenzó a comercializar productos de golf. Durante dos años utilizó eBay como plataforma para vender los equipos. “Una vez cobrado, lo pedía a Estados Unidos y en menos de una semana se lo entregaba al cliente”, señala Castells. De este modo y sin stock, el trastero hacía las veces de almacén y oficina para preparar los paquetes.
“Al principio, no merecía la pena montar una oficina, los gastos hubieran hecho inviable arrancar el negocio. Con un riesgo ínfimo pudimos salir adelante”, reconoce. Su rápida aceptación les llevó a crear Golfradical en 2004. Un paso adelante que, sin embargo, no requirió un cambio de sede. Los siete metros cuadrados del trastero seguían siendo suficientes, incluso para soportar el crecimiento exponencial de la empresa que en 2008 ya facturaba 800.000 euros. En estos años “estuvimos encantados. Yo llegaba del trabajo, nunca he dejado de ser un asalariado, y en una hora preparábamos los pedidos”, aclara.
El mundo al revés
Ante el rápido ascenso de las ventas, adquirió un almacén de 250 metros y después amplió sus dotaciones con una segunda nave donde instaló las oficinas y una planta destinada a la venta de outlet. Esta decisión solventaba la falta de espacio y acababa con la desconfianza que podía generar la carencia de una sede tradicional. Esta empresa, que el día cuatro de cada mes ya ha cubierto gastos, factura al año dos millones de euros.