Calidad, ante todo
Para José Lozano, presidente de AEFOL, “en general, el nivel de las empresas españolas es muy bueno, alto y responsable”. Para que el empresario pueda comprobarlo, esta asociación ha creado el Sello de Calidad Internacional sobre e-learning ECA-AEFOL y la figura del Defensor del Usuario de e-learning, “figura única en el mundo que atiende posibles reclamaciones”, señala Lozano.
Contenidos prácticos
“La oferta de formación continua es genérica, no está adaptada a las necesidades de la pyme, porque las universidades y escuelas de negocios se dirigen sobre todo a las grandes empresas”, advierte Francisco Sánchez Osorio desde la Fundación Tripartita,
“Si quieres que la formación sirva para el día a día, debe ser muy práctica. No debe servir para que seas un experto, sino para que sepas resolver el 80% de los problemas que surgen; para el resto estará el manual”, explica Iñigo Babot, profesor de la URL, quien señala algunas pistas para conseguirlo.
Analizar la cualificación de los trabajadores. “En la pequeña empresa, lo importante es cubrir carencias. Si no vende: curso de técnicas de venta o de comunicación. Si hay problemas logísticos: curso de operaciones o de gestión de stock. Los idiomas o las habilidades directivas pueden ser útiles pero más a medio plazo”.
Participar en la creación de los contenidos. “Esto puede ser interesante si la pyme tiene muchas oficinas en toda España o en otros países, pero, en general, no merece la pena”, por el coste que supone. La solución más práctica pasa por agruparse con otras pymes de similares características y solicitar juntas una formación más dirigida a sus necesidades.
Aprovechar el know-how de la empresa. Conviene implicar a los empleados de más experiencia en la formación de los jóvenes, para que les transmitan los trucos del oficio. Una posibilidad es pedirles que moderen el foro de la plataforma virtual. “Los veteranos son muy generosos y casi siempre están dispuestos, pues se sienten recompensados cuando reciben el respeto y la admiración de los jóvenes. La clave está en pedírselo por favor desde la dirección y en no mercantilizar esa aportación: si se paga, desaparece esa recompensa moral. Lo ideal es agradecerlo de otra forma: con un diploma en la cena de Navidad, un fin de semana en un balneario…”
Pedir clases presenciales. “Hay técnicas y habilidades muy difíciles de enseñar por e-learning: por ejemplo, el montaje de expositores, la reparación de máquinas o habilidades como la comunicación o la negociación para un equipo de ventas. Siempre es necesaria alguna sesión presencial”.
Conseguir que funcione
El mejor programa formativo puede resultar un fracaso si los empleados no se sienten interesados por la formación o se encuentran barreras infranqueables para seguir el curso. Para que el aprovechamiento sea máximo, es necesario tener en cuenta varios aspectos:
Planificación. “Para ser justos, el curso debe hacerse en horario de oficina. Pedir que lo hagan en casa es un esfuerzo extra”, advierte el profesor Iñigo Babot. Pero es mejor no imponer un horario fijo y sí ofrecer al empleado la posibilidad de dedicar dos o tres horas a la semana a formarse, pero permitiendo que pueda elegir el momento más adecuado”.
Ambiente laboral. Un jefe que no quiere prescindir en ningún momento de su colaborador, un compañero que le critica por perder horas de trabajo… Para que un programa funcione, “es necesario que haya buen ambiente: los empleados que se formen no pueden ser perseguidos. Si la dirección de la empresa no tiene claro que es necesario formar, no funcionará”, recuerda Babot. Para evitar roces, basta con usar un poco de psicología, como invitar al jefe reticente a que entre en la plataforma y hacerle protagonista.
Comunidades de intereses
El grupo que recibe la formación debe reunir a trabajadores con problemas comunes. Por ejemplo, los novatos, los directivos, los miembros de un departamento o los que realizan las mismas funciones en distintas áreas. Como dice Babot, “eso une mucho y anima a seguir la formación con interés”.
Motivación
Es difícil mantener el interés por un curso, en particular cuando el empleado ve cómo el trabajo se le acumula durante las horas de formación. “La clave es la aplicación inmediata”, que le ayudará en su día a día, afirma Francisco Sánchez Osorio desde la Fundación Tripartita. Además, se puede enfocar como un incentivo profesional. “Hay más de ocho millones de trabajadores que realizan funciones superiores a aquellas para las que están cualificados, algo habitual en las pymes. Ofrecerles la posibilidad de obtener una cualificación que se iguale con sus conocimientos les puede motivar”.