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El dilema del prisionero o por qué las empresas prefieren perder dinero antes que cooperar

El dilema del prisionero se utiliza para explicar el comportamiento de las empresas que compiten en mercados oligopolísticos y que les acaba conduciendo a una situación tan absurda como acabar ...

12/06/2022  Ana DelgadoGestión

Para explicar el dilema del prisionero hay que situarse en un escenario en el que dos acusados autores de un mismo delito de homicidio son interrogados simultáneamente, aunque por separado, sobre la autoría de los hechos. En principio, las opciones son solo dos: confesar o callar. Pero en la toma de esta decisión surgen dudas.

Si uno confiesa y el otro se mantiene en silencio, el delator será absuelto o recaerá sobre él una pena menor, mientras que el que guarda silencio asume la totalidad de la culpa. Sin embargo, si ambos reconocen la culpa comparten la pena a partes iguales, mientras que si ambos permanecen callados la condena para ambos será más pequeña o ninguna en el supuesto de que no se logre demostrar la autoría.

No declarar o no delatarse sería, por lo tanto, la opción más acertada para los delincuentes. Sin embargo, la Teoría de juegos, una teoría de matemática aplicada para estudiar interacciones en estructuras formalizadas de incentivos, sostiene que, en la mayoría de los casos, es el egoísmo el que determina las decisiones humanas. Conforme a esta, lo más probable es que ambos delincuentes terminen confesando. Ante el riesgo de ser delatado por el otro, optan por recibir el incentivo de una pena más corta y descartan la posibilidad de librarse por completo.

El dilema en el mundo corporativo

Trasladado al mundo de la empresa, imaginemos un oligopolio donde hay dos principales contrincantes que compiten en el mismo mercado. En una situación de oligopolio, los resultados de una empresa dependen en gran medida de las decisiones de las empresas competidoras y no solamente de la suya.

El resultado sería más favorable para ambas si las dos si optasen por cooperar entre ellos, es decir, no declarar. Pero como cada empresa se rige por su propio interés y no se fía del contrincante, ambos terminan declarando, lo que deriva en una situación en la cual cada uno minimiza su posible pérdida. 

Es decir, la estrategia de no cooperar minimiza el riesgo de pérdidas y otorga una ganancia media compartida, pero segura, para cada jugador individual, aunque la cooperación hubiese incrementado la ganancia tanto a nivel individual como de grupo. Es el resultado de tomar una decisión pensando solo en las ganancias particulares en lugar de plantarse el bien común.

El dilema del prisionero se basa en un problema mental de la teoría de juegos que fue desarrollado originariamente por Merrill M. Flood y Melvin Dresher en 1950, aunque cobró mayor importancia con la publicación del libro El Gen Egoísta, de Richard Dawkins, sobre evolución y comportamiento.