Ocio
Producto sustitutivo
Tal vez, la frase más repetida en este sector –que incluye un amplio abanico de actuación: videojuegos, juguetes, actividades deportivas, lúdicas, culturales, formativas, etc.)– sea la de no tengo competencia. Pero, siempre hay. Que no la veas, no quiere decir que no lo sea. Y en este mercado más aún, porque conviven empresas de producto y de servicio que a simple vista no tendrían que ser competidores, pero si las analizas desde el punto de vista del ‘producto sustitutivo’, sí lo son. Éste es un concepto que desconocen o infravaloran muchos emprendedores.

Imagina que te dedicas a la celebración de cumpleaños. Tus competidores no son sólo otros centros similares, sino también las salas de cine, las pizzerías, incluso los parques públicos, donde muchos padres organizan los eventos de sus hijos.
“Cuando se emprende, el primer análisis que se hace de un mercado es optimista y se piensa que venderás a saco. A medida que pasa el tiempo, te das cuenta de lo insignificante que eres. La parte más compleja es la comercial, del tipo de producto y de las líneas de negocio. Por innovador que creas ser, es importante saber dónde está tu mercado y con quién te vas a batir el bronce”, afirma Juan Rodríguez Jiménez, de Kodomo Toys.
Todo o nada
Otro error es intentar ofrecer muchas cosas. “Al principio, no puedes abarcar todo. Focalízate. Céntrate en una cosa y cuando la controles, inicia otra. Se piensa que por ofrecer mayor cantidad de cosas, conseguirás más recursos, pero para cada cosa necesitas tiempo, dinero, recursos humanos, formación, experiencia, control y gestión”, subraya.
Emprendimiento social
Sin modelo de negocio

El principal problema al que se enfrentan la mayoría de empresas que opera bajo esta denominación es que les cuesta grandes esfuerzos encontrar un modelo de negocio. “Las empresas sociales son entidades que se asemejan a las ONG porque nacen y tienen una misión social, al poner el foco en mejorar la calidad de vida de colectivos vulnerables o temas medioambientales. Pero también se diferencian de aquéllas y se asemejan a las empresas porque utilizan técnicas y métodos de gestión empresarial y cuentan con un modelo de negocio para hacer sostenibles y viables sus proyectos”, explica Margarita Albors, de la incubadora Socialnest.
Esa es la teoría, porque en la práctica “los emprendedores sociales tienen una visión muy clara de cuáles son las necesidades y del problema social que buscan resolver, incluso algunos lo viven en primera persona, pero les falta concretar un modelo de negocio sostenible, viable y claro. Frecuentemente, se lanzan por pasión, pero sin un modelo detrás”.
En muchos casos, considera Albors, sí hay un mercado de beneficiarios de ese producto y/o servicio que se quiere lanzar, pero lo que no tienen tan claro es quién te va a pagar. “Y encontrar ese cliente y la propuesta de valor para ese cliente es un gran reto al que se enfrentan”.