
¿RECURSOS PROPIOS Y/O FINANCIACIÓN EXTERNA?
La primera fuente de financiación deben ser bien del fundador o de los socios, en el caso de los bancos o de inversores privados sólo arriesgarán –o invertirán– si también se implica el emprendedor con parte de sus bienes. En ocasiones, no se ponen en marcha proyectos por no haber planificado las necesidades de inversión inicial. “Muchas veces, se piensa que para arrancar un negocio es necesario hacer una gran inversión. Pero, si analizamos bien el caso, es probable que en una primera fase no haga falta invertir varios millones, sino que, con una pequeña ayuda, un crédito o la hipoteca de una casa, será suficiente para empezar. Siempre habrá tiempo para que se unan otros socios”, explica De la Fuente.
Para Donoso, “sería conveniente contar con las dos y, en la mayoría de los casos, así se hace, ya que los recursos propios en muchos casos son muy limitados (capitalización del desempleo, indemnizaciones de empresa, ahorros…). Dadas las opciones existentes de créditos baratos, tanto por los bajos tipos de interés como por la existencia de subvenciones (por ejemplo, del ICO), aprovecha al máximo las opciones de financiación ajena y mantén parte de los recursos propios como colchón financiero de la empresa, o incluso para los gastos personales de los socios, dado que los primeros meses pueden ser críticos”.
Según De la Fuente, si montas el negocio en solitario, lo mejor, con recursos propios, así tendrás la mayoría de capital. Y si buscas inversores, “piensa que te van a pedir compromiso financiero. No basta sólo con aportar la idea brillante. Compromete algún bien, por ejemplo, tu casa, ya que a la persona a la que vas a pedir dinero le convencerás mejor”. No olvides que la búsqueda constante de financiación debe ser una actividad más de tu empresa. No debes esperar a que lleguen momentos críticos para buscar dinero desesperadamente.
Respecto a las subvenciones, no las consideres fuente de financiación, sino una ayuda, porque no siempre se consiguen y, cuando llegan, la empresa ya ha empezado a andar. No obstante, conseguir una de algún organismo público (CDTI, ICO…) puede dar, además de un empujón económico, mucha credibilidad y confianza a la hora de buscar socios, aliados, nuevos clientes, contratos… Algo similar ocurre con los premios. Si consigues ganar alguno, utilízalo como carta de presentación.

¿QUÉ PRODUCTOS FINANCIEROS CONVIENEN MÁS?
Depende el destino que le vayas a dar: “Si el fin es la compra de maquinaria, vehículos, naves o locales comerciales, opta por los préstamos a largo plazo, leasing o renting, dependiendo del sector y de la previsión fiscal. Por ejemplo, si prevés tener muchos beneficios será conveniente optar por el renting si además es necesaria la renovación continua y periódica de los equipos. Y si el fin es ayudar a superar desfases de tesorería, es decir, diferencias entre los periodos de cobro a cliente y de pago a proveedores, opta por líneas de crédito y de descuento, factoring, etcétera”, sostiene Donoso. En ese sentido, De la Fuente recomienda tener tres productos fundamentales: “Una línea de crédito en función de la facturación de la empresa. Es una forma de endeudarse, pero no cuenta. Es decir, si dispones de ese dinero, estás en deuda con el banco, pero si no lo necesitas, no. También una línea de descuento. En nuestro caso, como trabajamos con la Administración, en cuanto ésta nos certifica un contrato, nos interesa acudir al banco para que nos descuente. Tendrás que negociar el tipo de interés. Y, en tercer lugar, una línea de avales para facturas comerciales”.

DESARROLLO A MEDIDA PARA FINANCIARTE
Una opción para conseguir recursos al inicio de tu actividad es desarrollar productos y/o servicios a medida. Esto te permitirá obtener dinero para afrontar nuevos y mayores retos futuros, tal vez los que te habías marcado al principio –por ejemplo, desarrollar un producto propio– pero carecías de la inversión necesaria. “Inicialmente, nuestro capital era pequeño. Nos constituimos con 30.000 euros y nos dedicamos a desarrollar a medida, es decir, a petición del cliente. No podíamos arriesgarnos a hacer un producto propio que podía gustar o no. Sólo hacíamos la inversión si teníamos el pedido. Estábamos más o menos cubiertos. Con el dinero que conseguimos con los trabajos a medida, a los ocho meses empezamos a crear nuestra propia línea de productos”, recuerda Polo.