“En 2003 desarrollé un plan de negocio para cambiar totalmente la carnicería de mi padre. La idea era ofrecer un amplio surtido de carnes con el sello de calidad Indicación Geográfica Protegida, de diferentes razas y ecosistemas. Al año siguiente, completé el plan en el Máster de Marketing Alimentario de la escuela de negocios CESMA y pusimos en marcha Raza Nostra”, explica Carlos Rodríguez. Lo más curioso es que de una debilidad detectada en el plan de negocio surgió la oportunidad para poner en marcha una empresa hermana, con más posibilidades de crecimiento.
La oportunidad
“En 2007 dedicamos parte del mostrador de Raza Nostra a ofrecer hamburguesas de autor, desarrolladas por el chef Juan Pozuelo, con carne de distintas razas y otros ingredientes. Era sólo una prueba, pero los clientes pedían más. Así nació Hamburguesa Nostra”, recuerda. El crecimiento fue muy rápido. “Además, la crisis ha convertido la hamburguesa en un recurso refugio, por su precio reducido. El problema es que hay bastante desconfianza hacia las hamburguesas, aunque el respaldo de la calidad de Raza Nostra y las recetas innovadoras hacen que las vendamos muy bien para barbacoas y cenas con amigos.
Los ajustes
“En el análisis dafo vimos que una debilidad para Raza Nostra era la dificultad de encontrar mano de obra cualificada, porque ya no hay relevo generacional entre los carniceros. Este problema desaparece en Hamburguesa Nostra: las hamburguesas se elaboran en una nave, mientras que el personal de venta se centra en la atención al cliente”.
El imprevisto
“En los dos proyectos, apostamos por un diseño muy profesional de la marca. Curiosamente, esta imagen ha hecho que algunos clientes nos perciban como una marca cara”.
El reto
“Al principio fue difícil negociar con los proveedores, porque el volumen de compra con cada ganadería era pequeño y porque suelen ser empresas muy familiares que no quieren arriesgarse con clientes a los que no conocen”.