Xarly Rodríguez, diseñador freelance y padre full‐time, más conocido como Lucreative, natural de Mallorca, y residente en Madrid desde hace catorce años, trabaja como diseñador gráfico e ilustrador. Autor del blog Ilustre diario (http://ilustrediario.com/), acaba de publicar el libro Almanaque ilustrado de un freelance & padre full–time (Lunwerg, 2016).
En su libro, Rodríguez elabora una particular lista con los 8 clientes más habituales con los que trata un profesional freelance. Son estos:
1. EL SANTO. «¡Es un bendito! Paga las facturas a tiempo, tiene las cosas muy claras y nunca se queja por nada. Hay pocos, pero cuando tienes uno lo recuerdas para toda la vida», asegura Rodríguez.
2. EL UNICORNIO. «Todavía no se sabe si es real o se trata de un mito. La leyenda cuenta que estos clientes aceptan el presupuesto sin rechistar a la primera y no dan ningún problema en todo el proyecto», revela.
3. EL BIPOLAR. «Después de una presentación siempre queda encantado hasta que dos o tres días más tarde cambia radicalmente de opinión sobre tu trabajo», añade.
4. EL PLASTA. «Es un mar de inseguridades y te machaca con cuestiones irrelevantes. Necesita saber en qué punto del trabajo estás en cada momento. El mail es su principal arma», defiende.
5. EL MOLESTO. «Te arrepientes desde que aceptas el encargo. No te deja trabajar y cambia de idea a cada momento… pero ha pagado por adelantado y estás obligado a terminar. Suele llamar unas cinco veces al día», advierte.
6. FAMILIAR/AMIGO. «Es difícil escapar de ellos o no sentirse en la obligación de aceptar su propuesta, pero son sin duda los peores de todos. El problema es que, pase lo que pase, no puedes mandarlos a tomar por…», alerta.
7. EL ZOMBIE. «Cuando parece que ya has acabado con ellos, aparecen meses o años después de haber cerrado el proyecto con unos cuantos cambios «sencillos» que, por supuesto, tienen que estar incluidos en el primer presupuesto», se lamenta.
8. EL CLIENTE DE MIERDA. «Se mimetiza con el entorno para no ser descubierto y una vez empezado el encargo devora a su presa. Su ataque se basa en retrasarse con los pagos, pedir cambios sin sentido y concertar reuniones cada semana», concluye.