Es el vídeo viral del momento. La empleada de una joyería de Montreal, en Canadá, ha publicado un vídeo en TikTok en el que denuncia la infidelidad de un cliente… Con nombre y apellido. La publicación ha puesto sobre la mesa el debate sobre si es ético -y legal- hacer públicos aspectos sobre la vida privada de un cliente sin su consentimiento, donde hay diversidad de opiniones.
En este caso, el cliente acudió a la joyería preguntando por un anillo para regalar a su pareja… Y otro para su amante. Así se lo hizo saber de forma específica a la dependienta, que encargó los dos anillos. Sin embargo, horas después subió a TikTok un vídeo en el que avisaba de que «si tu novio se llama Jake y vives en Montreal, acaba de comprar dos anillos: uno para su chica y otro para su amante”.
Después de subir el vídeo, la empleada se despidió de su trabajo -o fue despedida- y anunció que buscaba otro empleo. Sin embargo, el daño ya estaba hecho al cliente, algo que pareció no importarle a la dependienta. Por muy reprobable que pueda parecer la conducta del comprador, cabe preguntarse si debe ser el propietario -o trabajador- de un negocio quien abra los ojos a los afectados por la forma de actuar de sus clientes.
La confidencialidad entre el cliente y el emprendedor no afecta a todos los sectores
El caso de la joyería ha puesto de manifiesto las diferencias entre sectores con respecto al secreto profesional. Esta obligación legal de guardar la confidencialidad con el cliente atañe, sobre todo, a abogados, médicos, psicólogos, trabajadores sociales o periodistas, pero no a los emprendedores o trabajadores de sectores como el del caso.
Sin embargo, aunque es dudoso si la dependienta ha incurrido en un delito, lo cierto es que este tipo de prácticas pueden afectar de forma muy negativa al negocio. La confianza entre el cliente y la empresa es clave para poder crecer como emprendedor, por lo que es más que interesante preocuparse por el buen trato que los empleados tengan de cara al público… Algo que, como es evidente, brilla por su ausencia en este caso.
Una vez hecho el daño, saber gestionar las quejas es una aptitud fundamental para minimizar las consecuencias. En este sentido, es fundamental encontrar aspectos de común acuerdo. Cuando nos mostramos de acuerdo con un cliente enfadado se empieza a mitigar su ira, así como el deseo de cualquier tipo de venganza en forma verbal. No olvidemos que el cliente enfadado espera que nos enzarcemos en una discusión, lo cual sólo empeoraría la situación.
Además de esta postura, los expertos identifican la escucha, las disculpas, la rapidez o la búsqueda de una solución real como las claves para tratar con las reclamaciones. Aunque todavía no está claro si el cliente siempre tiene la razón, lo cierto es que, en casos como este, las consecuencias pueden trascender la línea de un mal servicio.