Por Ignacio González Gugel, socio fundador y abogado de dPG Legal
Cuando le preguntas al famoso ChatGPT qué opina del universo emprendedor en España, lo primero que responde es que “goza de buena salud, en cuanto a oportunidades y recursos disponibles, y de buena imagen social, presenta desafíos, como acceder a financiación y encontrar talento cualificado”. Una respuesta correcta, aunque algo insulsa.

Y es que, ¿quién no ha sentido en las últimas semanas la inquietud de preguntar a esta inteligencia artificial, solo por ver cómo es interactuar con lo más parecido a un robot inteligente que hemos tenido a mano hasta ahora?
Este y otros programas de IA pueden proporcionar información útil e incluso mantener conversaciones con personas. El problema proviene de que los chatbots utilizan datos de miles de millones de sitios web para dar respuestas personalizadas, lo que no deja de plantear algunas cuestiones legales. Y lo que es seguro es que, tarde o temprano, se presentarán demandas contra empresas de inteligencia artificial que extraen impunemente datos con su propiedad intelectual, que luego venden a los usuarios, palabra por palabra, como algo propio.
Sin tratar de profundizar, pues la batalla sobre los aspectos legales de chatbots como GPT solo acaba de comenzar, sí pretendo repasar algunos de esos aspectos legales clave, relacionados con estas tecnologías que rastrean numerosos sitios web, y brindar mi consejo sobre cómo garantizar que cumplan con las normas para evitar litigios innecesarios.
Lo primero que tenemos que entender es que servicios como ChatGPT no tienen una personalidad jurídica propia a la que podamos reclamar. Solo son eso, una herramienta. Y al igual que una imprenta o un PC no vulneran derecho alguno, quienes sí que lo pueden estar haciendo son quienes usan estos medios.
Por eso mismo, emplear estas herramientas exige las cautelas o diligencias propias de cualquier proceso, del tipo que sea: prevención, control y ejecución. Tres pasos, por otro lado, comunes a cualquier sistema de calidad.
Así, si a pesar de la diligencia, o precisamente por falta de ella, se vulneran derechos, la ley facultará a quienes se vean perjudicados a reclamar lo que corresponda. Porque está para eso, y se aplica igualmente, haya o no haya IA de por medio.
Los primeros críticos argumentan que ChatGPT viola la intimidad del usuario, porque recopila datos sin su consentimiento expreso. Además, hay quienes afirman que los sitios web de extracción de datos podrían estar infringiendo las leyes de derechos de autor, principalmente porque actúan como si la IA obtuviera la información por su cuenta; esto es, sin citar fuentes.
De ahí que nosotros, los usuarios, debamos ser conscientes de los riesgos potenciales asociados con el uso de los chatbots. Porque a medida que Internet sigue creciendo, también lo hace la preocupación por la privacidad de los datos. Y el hecho de que, con el avance de esta tecnología se rastreen cada vez más sitios web en busca de información, plantea dudas legales sobre si puede o no proteger los datos de los usuarios para que no se recopilen y utilicen sin su consentimiento. ¿Qué sucederá con ellos si, por ejemplo, otra compañía diferente a Open AI, la creadora de la ChatGPT, invierte en ella?
La propiedad intelectual con ChatGPT
Con respecto a la propiedad intelectual, uno de los principales problemas es si respeta o no los derechos de autor de los contenidos que está recopilando aleatoriamente. Estas nuevas tecnologías podrían permitir un acceso no autorizado y un uso de material protegido por copyright. Hablamos de cosas como ideas creativas amparadas por derechos de autor: si rastrean y recopilan contenido sin permiso, y presentan la información como propia, esto podría llevar a que se emprendiesen acciones legales contra el negocio de IA o quienes hacen uso de dichos datos.
Actualmente, ChatGPT se encuentra en un modo “vista previa gratuita”, que ofrece a los usuarios acceso completo a la herramienta sin cargo. Pero, en el futuro, los usuarios van a pagar por palabra generada. Y cuando el modelo de pago por uso comience a cobrar por el contenido que obtuvo de autores que tienen sus derechos registrados, tendremos litigios por este motivo.
En resumen, sería deseable que recopilasen información disponible públicamente, para evitar estos posibles problemas de autoría y no almacenasen ninguna información de identificación personal. Por ejemplo, ChatGPT debe respetar el archivo robots.txt de cada web del que recoge información, que especificará a qué partes del sitio se puede acceder y qué datos recopilar.
Por nuestra parte, una forma de asegurarnos de no infringir ninguna norma es especificar de dónde obtuvimos los datos y darles un enlace a la fuente original. De esta manera, no estamos fingiendo que creamos nosotros mismos la información, al tiempo que estamos siendo justos con las personas que crearon el contenido.
No obstante, frente a quienes proponen leyes específicas, que sean aplicables en estos casos, he de decir que ya existe una legislación que protege la propiedad de los contenidos. De modo que solo es necesario aplicarla. Soy de los que mantiene que, en la actualidad, sufrimos un exceso insoportable de legislación. Y eso genera dos problemas.
Por un lado, la inseguridad jurídica a la que conduce la imposibilidad de conocer toda la legislación. Recordemos que todo ciudadano está obligado a conocer la ley, porque su desconocimiento no le exime de cumplirla. Y por otro, porque el exceso de leyes supone legislar tan “en detalle”, que terminan por dejarse cosas a la interpretación de cada cual. Y ya se sabe aquello de que “lo que no está prohibido, está permitido”.
El progreso está en aplicar normas de sentido común general, que abarque tanto el verso como el metaverso. Porque robar, ofender, injuriar… es lo mismo aquí que en Marte. Espero haber proporcionado un punto de partida para comprender las consideraciones en torno al uso de la IA, que ayuden a tomar decisiones informadas para que empresas y personas usen la tecnología de manera ética, legal y responsable.
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