Como punto de partida, subrayar que la clave para el buen funcionamiento de un rincón descansa en que se ubique en un establecimiento afín al público al que se dirige. Esto implica que las dos actividades que convergen en ese local sean, en mayor o menor medida, complementarias. Y es que un rincón se define, en términos globales, como aquel negocio que se implanta dentro de otro, en virtud de una alianza estratégica entre dos marcas.
La propuesta parece interesante –de hecho, lo es-, consecuencia de una inversión reducida y de las sinergias que pueden surgir entre ambas actividades. Ahora bien, este formato también presenta inconvenientes, que debes tener en cuenta, si no quieres que el proyecto fracase.
A continuación, varias píldoras para poner en ambos lados de la balanza.
VENTAJAS
El precio. La inversión es más baja, pero no olvides que los ingresos también lo serán. Si se logra un emplazamiento adecuado, debería cumplirse en paralelo la ecuación de mayor rentabilidad por metro cuadrado, aunque es probable que eso no ocurra siempre.
Más atractivo ante tu público. Amplía la oferta de servicios del negocio principal, por lo que puede aumentar el interés de un mayor número de potenciales usuarios.
Repartir gastos. Puede ser una buena opción para compartir los gastos fijos (alquiler, luz, agua…), cuando se encuentra ese negocio complementario con el que impulsar sinergias.
INCONVENIENTES
Local. Si no es propio, las posibilidades de encontrar una buena ubicación se reducen mucho. En este sentido, no abundan los empresarios dispuestos a acoger el negocio de otro emprendedor.
Relaciones personales. No siempre es fácil compartir local con el propietario de otro negocio. Los roces personales y profesionales pueden terminar con la relación.
Dependencia del negocio principal. El rincón depende de que el negocio en el que está ubicado funcione bien y atraiga al público. De lo contrario, la actividad económica del córner también se verá afectada.
Escaso control de los elementos identificativos de la franquicia. Las enseñas pierden capacidad de control sobre su identidad de marca y sobre cómo se expone la oferta, al operar en el local de otro negocio. Conviene ‘fiscalizar’ esto, para que tu negocio no pierda su personalidad.