La historia de Avata es un poco la historia de su fundador, Alejandro Rancho, quien, tras sufrir un grave accidente de tráfico, se percató del desconocimiento de las víctimas para reclamar sus derechos y de las deficiencias de las aseguradoras para dar respuesta real a la problemática de los accidentados, tanto sanitaria, como económica, como judicial. Para resolver el problema, Rancho decidió crear una empresa, Avata, constituida en León en el año 2002 y que, ocho años después, derivaría en lo que hoy es la Fundación Avata de Ayuda al Accidentado. Hablamos con Manuel Palazuelo, director general de la fundación, quien nos cuenta en qué consiste una franquicia social.
EMPRENDEDORES: ¿Cuál es la diferencia entre una empresa y una fundación a la hora de franquiciar?
MANUEL PALAZUELO: Avata nació como una empresa pura y dura donde se ofrecían servicios jurídicos y se asesoraba a las víctimas de los accidentes de tráfico. Se ofrecía un servicio y se cobraba por él, pero, con la práctica, su promotor, Alejandro Rancho, se percató de que las necesidades demandadas eran cada vez más, muchas de ellas se carácter social, porque no todos tienen recursos para pagar una asesoría. Así es como estudió la posibilidad de cambio de figura jurídica y dar el salto de empresa a fundación, para cerrar el círculo y poder dar respuesta a las víctimas de todo tipo que se acercasen a Avata.
El cambio, obviamente, no es automático. Tienes que acreditar y documentar que realmente cumples una función social para que se autorice. Lo que es absurdo es pensar que una fundación no necesita recursos e ingresos para mantener una infraestructura y un equipo de profesionales igual que cualquier otra empresa para ser sostenible. La única diferencia es que aquí no hay reparto de beneficios entre los socios y que los fines de la actividad, además de económicos, son sociales.
EMP: ¿Y cuáles son las vías de ingreso?
M.P.: Las vías de financiación son diversas, desde donaciones particulares y corporativas a acuerdos de colaboración con distintas entidades dentro de la actividad fundacional que desarrollamos. Sin la ayuda externa resultaría muy difícil prestar algunos servicios como la repatriación de personas accidentadas o el de adelantar las cantidades en concepto de indemnización para el pago de los costes sanitarios, legales o sociales, como puede ser acondicionar la casa a la nueva realidad de la persona accidentada.
EMP: ¿Tan alta sigue siendo la tasa de siniestralidad?
M.P.: Sí. Los datos de la Dirección General de Tráfico, a fecha de 4 de enero de 2016, hablaban de 1.126 fallecidos en las carreteras en 2015. Multiplica eso por 3 o 4 personas más que podrían ir en un coche que pueden resultar heridos de mayor o menor gravedad. El colectivo no es en absoluto pequeño.
EMP: ¿Y qué exigen a sus franquiciados?
M.P.: En nuestro caso hablamos más de delegaciones que de franquicias, pero el funcionamiento es parecido, porque exigimos unas condiciones de entrada a cambio de un know-how, formación, una infraestructura y un modelo de negocio que funciona con una marca líder en la gestión de accidentes de tráfico. Aparte de eso, entendemos que en la lógica de un emprendedor está montar un negocio para obtener beneficios, pero, en nuestro caso, no es suficiente que el único objetivo sea ganar dinero. Hace falta sensibilidad y compromiso sincero para trabajar a favor de este colectivo y que sienta que la compensación, además de económica, es personal. Tampoco nos sirve un perfil del profesional del Derecho tradicional, el tipo que se queda en su despacho esperando a que lleguen los clientes. Queremos a personas dinámicas, comprometidas con la población donde se emplacen, que emprendan acciones encaminadas a reducir la siniestralidad en su área de actuación. Hay que hacer las cosas y creer en lo que haces.
EMP: ¿Cuáles son las condiciones económicas?
M.P.: Un canon de entrada de 10.000 euros, canon de publicidad de 150 euros al mes, un canon de gestión del 8% al mes sobre facturación y un local mínimo de 50 metros cuadrados en poblaciones con más de 60.000 habitantes. A cambio, nosotros ayudamos a la puesta en marcha del negocio, desde la búsqueda del local hasta la contratación inicial de profesionales. Para el funcionamiento, tenemos nuestro propio programa de gestión y todos los manuales perfectamente redactados.
EMP: ¿Es Avata la primera franquicia social?
M.P.: En España no lo sé, pero a escala global, seguro que no. Creo que el modelo surge en Brasil, a finales de la década de los 90, para dar solución a la problemática de las personas que habitaban en las favelas.
EMP: ¿Tienen planes de internacionalización?
M.P.: Sí, pero sin prisa. Avata cuenta ya con 11 delegaciones en España y el objetivo ahora es cubrir todo el ámbito nacional, con prioridad en las zonas de la costa de Levante y Andalucía, que son las más desatendidas. Para que esto funcione, hay que procurar un servicio de cercanía que facilite el acceso de los accidentados a todos los servicios. Cuantas más delegaciones haya, más humano y mejor será el servicio.