La cuenta atrás para la entrada en vigor de la nueva legislación conocida como la ‘Ley Crea y Crece’ y la implementación obligatoria de la factura electrónica en 2026 sigue su curso, marcando un antes y un después en la manera en que autónomos y pequeñas y medianas empresas (pymes) gestionan sus finanzas.
Aunque la fecha aún parece lejana, el proceso de adaptación ya ha comenzado, y son muchos los negocios que aún no han empezado a tomar las medidas necesarias para afrontar este cambio estructural.
Bien por desconocimiento, por falta de recursos o porque este tipo de cuestiones suelen ser delegadas a un gestor externo, lo cierto es que muchos profesionales carecen de un dominio real de la situación financiera de su empresa. No es solo una cuestión técnica: se trata de tener visión, de marcar objetivos concretos y de tomar el control de las finanzas para evitar riesgos innecesarios.
Actualmente, en nuestro país, casi el 53% de las empresas no cuenta con personal cualificado específicamente para gestionar su contabilidad y facturación, lo que dificulta aún más la transición a esta nueva normativa. Y es que estamos ante un cambio que, si se gestiona con visión y planificación, puede ser una palanca de crecimiento en lugar de un obstáculo.
La digitalización de las facturas no debe verse como un mero trámite legal o administrativo. Es una parte esencial dentro del sistema financiero de cualquier negocio y no puede implementarse correctamente sin una adecuada planificación de tesorería.
Es como instalar un nuevo motor en un vehículo pero sin tener en cuenta el combustible: por muy avanzado que sea el sistema, si no hay liquidez ni control financiero, el negocio no podrá avanzar. Esta nueva obligación legal, en realidad, representa una oportunidad única para replantear y optimizar la gestión financiera, mejorando la eficiencia, el control y la toma de decisiones.
En este contexto, ha experimentado un auge la adopción de sistemas ERP (Enterprise Resource Planning) y software de contabilidad en la nube. Hoy hay plataformas operativas en pocas horas, sin largos proyectos de implantación ni grandes inversiones. Ofrecen gestión integral —emisión de facturas, seguimiento de pagos— y funciones de CRM, conciliación bancaria automática, control de stock y pasarelas de pago. Esta automatización reduce errores humanos y ahorra tiempo en labores repetitivas.
No obstante, automatizar no equivale a resolver todos los problemas financieros. Aunque la emisión y el envío de facturas se agilicen, esto no garantiza que el dinero entre a tiempo. En la práctica, muchos autónomos y pymes siguen enfrentándose a retrasos en los cobros, lo que afecta directamente a la tesorería del negocio. El resultado es preocupante: el 38% de las pymes acaban cerrando por falta de caja, no por falta de clientes o ventas.
Por eso es fundamental que los empresarios no deleguen completamente la gestión financiera. Es clave que aprendan a interpretar los datos, monitorear sus saldos y anticiparse a cualquier desequilibrio. Las herramientas digitales actuales permiten acceder en tiempo real a indicadores como la previsión diaria de caja, alertas ante umbrales críticos, análisis del DSO (plazo medio de cobro) o la rotación de proveedores. Estos datos, bien interpretados, se convierten en decisiones estratégicas.
Además, la digitalización está transformando el papel del asesor contable y fiscal, que ahora asume un rol más estratégico. Ya no es solo un gestor de trámites, sino un aliado clave que ayuda a las empresas a crecer gracias al análisis financiero en tiempo real. La factura electrónica, lejos de ser una carga, puede convertirse en la puerta de entrada a un mayor control, profesionalización y expansión del negocio.