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“No hay que tener complejos para triunfar en el exterior”

España se ha quedado pequeña para este productor y empresario teatral. Después de haber revolucionado el sector en España y haber batido récords de audiencia y permanencia en cartel con ...

23/07/2010  Redacción EmprendedoresCasos de éxito

Hombre de superlativos, a Luis Álvarez le han bastado muy pocos años para renovar un sector de la industria teatral, el de los musicales, anclado a principios de la década en un cierto provincianismo. Con solo 37 años, Álvarez puede presumir de un palmarés de realizaciones inigualables. El fundador de Wonderland, que empezó a hacer sus pinitos en el mundo del espectáculo como productor y actor antes de cumplir los 20 años, no sólo ha sido el primer español en llevar una de sus producciones (101 Dálmatas) por 15 ciudades de Estados Unidos y estrenarla en el Madison Square Garden, el templo del espectáculo neoyorquino, ha sido también el primer español en hacerse con uno de los grandes teatros de la Gran Manzana, el primero en coproducir un musical con socios ingleses y también el primero en imponer un nuevo estilo en la gestión de teatros.

Sin complejos y con las ideas claras

Álvarez, a quien le gusta citar una frase de Groucho Marx que dice que “en esta vida puedes ser lo que tú quieras, el único impedimento eres tú mismo”, pertenece a ese grupo de espíritus inquietos que no pueden parar de experimentar con su vida y las cosas que le rodean: quiso ser torero a los 17 años, idea que abandonó al ver que “no podía vencer mi miedo”. Luego intentó hacerse una carrera en el mundo del marketing, idea que abandonó cuando acudió con una colega a una escuela de teatro, a la que asistió sin decir nada a sus padres (querían para él un futuro de ejecutivo). Aun cuando no le costó mucho ingresar en el Teatro Español y salir en series de televisión (para asombro de sus progenitores, que no sabían nada de su transgresión), tampoco se resignó con ser una especie de segundón al darse cuenta de “que los había mucho mejores que yo”.

EMPRENDEDORES. Es usted el único español que tiene teatro en Broadway. ¿Como lo consiguió?
L.Á. Ante el desembarco de 101 Dálmatas en EE UU, descubrí que me gustaría echar raíces ahí, para lo que tenía la necesidad de contar con un teatro. Empecé a buscar uno que estuviera disponible. Conocí entonces, a través de un socio mío, a la familia propietaria del Manhattan Center, Los Moon, coreanos. Los invité a cenar para presentarles mi proyecto para su teatro. Fueron a la cena, les gustó la idea, y en septiembre del 2008 firmábamos el acuerdo.

EMP. ¿Compró el teatro?
L.Á. No. Nunca lo hago. Todos los teatros que he tenido los he alquilado. En principio les propuse el alquiler, pero prefirieron asociarse conmigo porque tenían interés en ver cómo funciona el negocio y participar de sus beneficios. Además, la familia Moon tiene, como usted sabe, un ministerio religioso y querían seguir utilizando el recinto para sus celebraciones, los domingos por la mañana.

EMP. Parece fácil. ¿Cualquiera puede llegar a Nueva York y hacerse con un teatro?
L.Á. No lo sé. Yo me introduje con un activo muy importante: la excelente acogida de 101 Dálmatas y los derechos de ese musical fue mi llave para entrar allí. Conseguimos repetir en EE UU el éxito de la obra en España, que fue tan grande que precisamente por eso decidí acometer su producción a escala mundial, empezando por Norteamérica. Me fui a Nueva York en septiembre del 2007, adquirí un apartamento y tuve la suerte de cerrar un acuerdo con Troika y con Magic Entertainment, la productora de todos los espectáculos de David Copperfield. Y también ahí nos fue muy bien. Hicimos una gira por ciudades como Minneapolis Boston, Atlanta, Miami, Detroit, Chicago, Denver, Austin, Dallas y Nueva York, donde nos presentamos en abril de este año nada menos que en el Madison Square Garden.

EMP. Usted era básicamente un productor de musicales. ¿Por que se ha convertido también en un gestor de teatros?
L.Á. Cuando empiezas en este sector piensas que el poder en el negocio lo tiene la productora, por eso me dediqué a producir, pero luego me di cuenta de que el que manda de verdad es el que tiene la clave de la distribución, y que te condiciona tu agenda, el teatro. Por eso en el 2001 me hice con el Calderón para estrenar 101 Dálmatas. Después me fui haciendo con otros, el Mayor, el Rialto y el Arlequín, en Madrid, o el Teatro Principal, en Barcelona, todos en alquiler, por períodos de cinco a 10 años. El control de esos teatros nos dio una gran autonomía a la hora de proyectar nuestras producciones y nos permitió abordar espectáculos como Zorro, We will rock you, que estuvo cuatro años en cartel, y después 101 Dálmatas.

EMP. ¿Cual es su secreto para rentabilizar estos locales?
L.Á. Una de ellas es controlar los costes, tener personal reducido, polivalente. A veces no hay actividad durante semanas o meses. Al principio llegué a tener 140 personas en el Calderón, ahora no son más de 10 de forma estable. La idea es que todo el mundo funcione como freelance, que a los actores no se les de un caché sino participación en taquilla. Es el concepto norteamericano: vamos todos a riesgo.

EMP. ¿Y los ingresos?

L.Á. Aquí lo fundamental es utilizar el teatro al máximo posible. Amortizar su espacio en la medida de lo posible. Tiene que estar abierto todo el día y ser utilizado para múltiples objetivos: teatro y musicales, obras para estudiantes, clases, restaurantes, actos y eventos. Y no hay que olvidar los patrocinios.

EMP. ¿El hecho de haberse instalado en Nueva York no supone un cierto alejamiento de España y de sus teatros aquí?
L.Á. No. Intervengo en los proyectos de Arteria como consejero y en la programación. Y paso parte del tiempo aquí y en Nueva York. Pero, no oculto que tengo grandes proyectos en EE UU. Ahí he creado una asociación internacional de productores con el fin de llevar a cabo espectáculos en la Broadway.

Redacción Emprendedores