Andrea Lisbona fundó en solitario Touchland. Lo hizo en 2010 teniendo como principal actividad la distribución de dispensadores con geles desinfectantes. Su vocación siempre fue internacional, pero nunca imaginó que lo iba a ser tanto.
Cuando entrevistamos Andrea Lisbona hace cinco años contaba que ella empezó a vender sus dispensadores de geles desinfectantes para manos fuera de España antes, incluso, de lanzar la primera línea de productos Kub. Ya entonces hablaba de estar presente con la empresa que había fundado en solitario, Touchland, en 12 países, algunos tan infrecuentes como Tanzania, Kenia o Kuwait, en los que se había expandido a través del sistema de franquicia. Ignoramos si ahora vende en los 115 países afectados, hasta el momento, por el coronavirus, pero la demanda, seguro, se le disparado.
La empresa lleva diez años creando soluciones prácticas y sostenibles para cuidar la salud mediante el hábito más sencillo: la higiene de manos. «Touchland nace para permitir a la gente que viva sin tener miedo a tocar el entorno mientras interaccionan con el mundo”, decía Lisbona. Estas palabras, que ahora podrían atribuirse a una emprendedora visionaria, las hacía después de declarar: “por mucho estudio de mercado que hagas, nadie te garantiza que el producto, en un lugar determinado y en un momento determinado, tenga éxito…Aquí entra ese punto de intuición, el de seguir tus instintos y, si crees en algo, lanzarte antes de que lo haga otro”.
Parece que a Lisbona ni el instinto ni el momento le han fallado. En su defensa, hay que decir que ha sido más la casualidad que el oportunismo lo que ha jugado a su favor empresarial. La prueba es que se resistió a aprovechar el tirón de la anterior crisis de la Gripe A, cuando otra de las recomendaciones sanitarias repetidas hasta la saciedad fue la de lavarse bien las manos con mucha frecuencia. En lugar de ligar sus geles antisépticos al sector sanitario, Lisbona prefirió aferrarse al mercado generalista, que es donde había visto la oportunidad de mercado. Ahora puede combinarlo todo, aunque hace tiempo que incluye en su lista de clientes algunos de la talla de Sheraton, Marriot, Centro Médico Teknon, la Generalitat de Catalunya y hasta los Mossos d’escuadra.
Andrea es licenciada en Dirección y Administración de Empresas por Esade y en la Universidad del Sur de California. Luego completó su formación en negocios con una vertiente más creativa, estudiando diseño en el Instituto Europeo de Design. «Gracias a estudiar las dos carreras he podido no solo crear un negocio, sino también diseñar una línea de productos que ha reinventado toda una categoría de productos que estaba obsoleta». Esto era antes, claro, porque ahora no puede estar más de moda.
Hasta el año 2014, Lisbona estuvo al frente de la empresa en solitario. Fue ese año cuando hizo su primera ronda permitiendo la entrada de un socio inversor. En un salto mayor, en 2017, se asocian con la estadounidense Zobele, una multinacional de fabricación con la que persiguen impulsar su crecimiento. No podemos decir la cotas alcanzadas hasta ahora, pero las imaginamos muy altas teniendo en cuenta que, ya en 2016, aspiraba a cerrar el ejercicio con una facturación de 5 millones de euros.